Eran las siete y cuarto de la mañana de un treinta y uno de
marzo extrañamente frío. Su mente se encontraba aún dispersa en ese fantástico
lugar situado entre la vigilia y el sueño pero supo perfectamente que él se
había levantado ya. Le escuchó servirse una taza de café sobre la encimera de
la cocina, se imaginó que lo tomaba como siempre, bien cargado, caliente y con
mucho, mucho azúcar. Sonrió cuando el tintineo de las doce vueltas que daba con
la cucharilla dentro del café llegó a sus oídos. Le oyó incluso sorberlo, como
siempre lo hacía. A partir de ese momento su propia mente se adelantó a los
acontecimientos, conocedora de los pasos que sucederían a los ya ocurridos, y
se figuró que dejaría la taza en el mismo sitio sobre el que la había tomado,
sin molestarse siquiera en asegurarse de si cabría o no en el lavavajillas.
Adivinó también que, como siempre, haría una última incursión a su dormitorio y
descolgaría el abrigo de paño negro que solía ponerse siempre entre semana.
Luego se lo colocaría frente al espejo de cuerpo entero que permanecía fijado
en una de las puertas del armario hasta verse guapo.
Sus ojos castaños, semiocultos aún tras unos párpados que
caían presos del sueño, alcanzaron a vislumbrar como paseó por el pasillo que conducía
al salón y de ahí a la salida principal su espalda recta pero cargada con el
peso de tantos y tantos años de duro trabajo, y avanzó una vez más a la ardua
monotonía que les aseguraba a él y a su familia un trozo de pan que llevarse a
la boca.
Abrió la puerta y después la cerró con tres vueltas de
llave. Aquella vez, por desgracia, sería la última.
A día de hoy, y a unos pocos meses de cumplir dos años desde
aquella última vez, sigue maldiciendo a la maldita pereza que le impidió
levantarse de la cama para despedirse de él.
la última vez... pocas veces sabemos cuando será, por eso se me aprieta el corazón al recordar la ese ultimo adios, deberia haberlo besado :-( nif nif nif...
ResponderEliminarHermosooooooo te felicito Lady... un besote y si no te veo, feliz noche buena y una feliz navidad.
uffff, brutal my very dear!
ResponderEliminarLa vida (y la muerte) siempre a flor de piel y mi cabeza recostada sobre tu pecho que asciende. (y te lo puedes tomar como quieras) La belleza llama a la belleza y si no, es que algo falla definitivamente en este p.... universo.
Ksss
Matáis de dulzura.
ResponderEliminarExcelente relato, me gusto mucho, especialmente como describes. Se me ocurre un escenario peor para ese último adiós y francamente prefiero este que has escrito, felicidades.
ResponderEliminarLay, veo que era cierto, tu inspiración crece con los atracones de estudios que te metes. Como siempre, consigues llegar a lo más profundo, arrancar una lágrima sin esfuerzo. Aunque yo, personalmente suelo sonreír cuando te leo. Un escrito magnifico, alma.
ResponderEliminarAlice, el último adiós,sea donde sea, siempre es lo peor.
ResponderEliminarQuerido cachorro, no quiero que llores, quiero que sonrías, que me enseñes los colmillos!
Te tomaste la molestia de leerme, no puedo hacer menos que corresponderte. Un texto magnífico, siempre es un placer encontrar escritor@s que resalten esas pequeñas idiosincracias y manías que nos hacen ser quienes somos, a veces el gesto más pequeño y rutinario es el que mejor nos define. Un abrazo!
ResponderEliminarNo es molestia, créeme. Leer es un vicio sano del que es muy difícil (sino imposible) desengancharse.
ResponderEliminarGracias a ti por dedicarme tus minutos.