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viernes, 9 de diciembre de 2011

Brindemos por ello

Jorge se ha quedado callado. No sé que estará pensando pero cuando tienes la mirada perdida sueles pensar en algo que desearías con ilusión o algo que preferirías que no hubiera pasado en la vida. O al menos eso ocurre cuando la pongo yo, aunque la mayoría de veces simplemente no pienso.
El hielo empieza a derretirse y el whisky lo noto cada vez más suave. Llevo una borrachera bastante controlada y, a decir verdad, prefiero que siga así aunque nunca lo consiga, excederme demasiado con la bebida no suele terminar bien.
Me doy cuenta que tengo la mirada perdida y miro a Jorge que sigue observando la pared con ojos de loco. Entonces se gira y me mira y me parece que está preocupado por algo. Y me pregunta:
─¿Porqué crees que somos así, los humanos?
─¿A qué te refieres?
Y me señala unos jóvenes a lo lejos sentados con sus litronas y sus novias pseudoprostitutas. Vestidos con gorras más grandes que su propia cabeza y escuchando música con el móvil. No oigo la música que escuchan pero por el baile ofensivo y grotesco de uno de ellos parece ser reggeaton.
Meto un trago y miro a Jorge y le digo:
─La ambición es la madre de la esperanza, y todos aquellos que buscan algo con lo que aferrarse con el fin de sentirse vivos y conforme con ellos mismos, tienden a ser felices.
─¿Acaso insinúas que esa escoria es feliz? ─dice, señalando otra vez a los jóvenes.
─Quizá ─echo otro trago─. Pero el problema de la mayoría de las personas es que no piensan en ellos mismos, en sus ambiciones, sino en alcanzar e imitar las ambiciones de los demás. Nadie crea las suyas, quieren estar al día, no quieren ser olvidados. Eso hace que sean una panda de chimpancés anormales enfermándose de los malos deseos de los demás.
─Esa escoria se ha enfermado de todos ellos..
─Fíjate ─digo─, ese joven gordinflón ha empezado a bailar al lado de esa chica porque quiere formar parte, aunque sea por un instante, del deseo de ella. Integrarse de algún modo y sentirse vivo al interactuar con alguien.
─Ya...─empieza─Y supongo que la chica imita a las celebrities de la tele.
─Eso es a lo que me refiero.
Jorge saca un pitillo de su tabaquera, lo enciende y mete una calada. Luego me ofrece uno y le digo que gracias pero quizá más tarde. Entonces se acerca el camarero.
─¿Desean algo más caballeros?
─¿Usted que desea? ─le pregunto yo.
─No le entiendo, señor.
─¿Qué le gustaría tomar ahora mismo?
─No se...Un gin tonic ─dice él─. ¿Porqué lo pregunta?
─Tráigame un gin tonic.
─Pero...De acuerdo, ahora mismo ─dice confuso. Y se aleja.
─¿Pero que haces tío? ─suelta Jorge frunciendo el ceño.
─Aveces, aún sabiendo la realidad de las cosas, uno quiere ser humano.
Jorge echa un buen trago. Yo le sigo. Luego le pido un pitillo y levantando la copa digo:
─Ahora mismo ese camarero debe estar cascándose la mente a dudas.
─Entiendo...─dice Jorge y levanta la copa y brindamos.
Y mientras espero mi siguiente bebida voy asimilando que el intento de borrachera controlada ha sido un fracaso.

2 comentarios:

  1. Hola, sabes, me empiezan a dar ganas de acompañarte al bar... de tanto que me llevas en tus escritos, muy genial, con aun pocos tragos encima, les aporto que si son felices esas bestias, porque en la ignorancia reina la felicidad... así que invítame otra ronda porque mientras filosofamos esos se revientan de dicha. y después de tres tragos, creo que el regeatoon me gusta jajaja. Besos.

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  2. excelente historia, y con bastante cosas ciertos pero que se le va a hacer. Aunque una borrachera controlada tampoco es buena idea. Me gusto mucho, felicidades.

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