Cada vez hay más mierda por las calles. Cada vez hay más gente dispuesta a todo por nada. Toda esa gente sale por la noche e invade los locales del pueblo sin tener en cuenta las posibles consecuencias que conlleva eso. Se esta hinchando la burbuja de la degradación.
Cada vez hay más locales tachados en mi lista. Discotecas de música dance. Electro. Rock-Pop. Pachangero. De veras, cada noche me quedan menos sitios donde salir de fiesta si quiero conocer a alguien. Si quiero charlar o bailar con alguien. Y ya puestos, llevarme un ligue a casa.
La pregunta es: ¿Dónde voy esta noche?
La respuesta es: Ni puta idea.
No obstante, todavía me queda el bar del barrio. Vivo en una calle tranquila y limpia que desemboca en un parque infantil. En toda la calle apenas hay comercio. En una de las aceras hay una tienda de lamparitas y accesorios y en la otra esta el bar. El bar se llama “Napoleón Bonapolla”. Ahí lo dejo. Es el mejor de todos. Poca gente y la de siempre. Tranquilidad a todas horas. El barman se llama Carlos y es vecino mío, nos conocemos de hace mucho. Desde que me mudé al barrio, ya hará unos 4 años. Siempre voy a ver el fútbol allí para desconectar y sentirme acompañado. Un tipo estupendo.
Aparte de ir al “Napoleón Bonapolla” antes de salir de fiesta, lo que se llama “hacer la previa”, no me queda otro sitio al que ir. El bar cierra pronto y antes de acabar en un sitio lleno de borrachos y anormales meneando el cuerpo como si fueran gatos asustados prefiero irme a casa. Siempre me repito la misma pregunta: Enserio, ¿dónde coño voy a ir luego?
La respuesta es: A mi puta casa..
No tengo ni alternativas al bar ni post-opciones al mismo. Ya veis como estoy.
Y por los que todavía no lo habéis deducido; No, no tengo amigos.
Finalmente decido levantarme de la cama dejando en el aire un abanico de bazofias. Es sábado. Y como todos los sábado me preparo para ir al gimnasio. Acostumbro a salir a la misma hora, sobre las 10, para cruzarme con Amanda cuando sale a hacer footing.
El gimnasio, al estar a pocas manzanas de mi casa, me da la opción de ir corriendo hasta allí. Me gusta entrar ya en caliente. No os penséis que es una excusa para ir tras Amanda.
Ya son pasadas las 10 así que cojo mi bolsa de deporte y me dirijo para allá. Al girar la primera esquina me cruzo con Amanda. No falla. Me dedica una sonrisa placentera, quizá demasiado rápida pues no me da tiempo a devolverle el saludo. Me maldigo por ello. Aumento mi ritmo hasta quedar justo detrás. La observo todavía con la sonrisa grabada en mente. Amanda además de ser preciosa tiene una silueta perfecta. Es Rubia. Alta. Magistral. Cuando está corriendo no puedo evitar fijarme en sus muslos que vibran estrechamente bajo los leggings. Y por no hablar de unas nalgas que avanzan imitando el movimiento del pistón. Yo avanzo imitando a un pervertido, supongo.
Y por los que todavía no lo habéis deducido; No, nunca he hablado con ella. Todavía no he tenido la valentía suficiente, o quizá siempre he esperado una señal para ello. Quizá esa sonrisa fuera la señal, pensé. Con esa idea en mente acelero el ritmo hasta quedarme a su lado, jadeando como un cerdo. Al darse cuenta me mira y sonríe. Entonces me suelta un “hola” y vuelve a fijar la mirada al frente. Yo me cago en ella, como se puede ser tan sexy y simpática a la vez. ¿Dónde se esconden estas mujeres por la noche?
A buen ritmo giramos la esquina de la calle Sur. Es la última calle para llegar al gimnasio.
─Amanda, ¿verdad? ─suelto al fin.
Inhalo. Exhalo.
─¡Sí! ─exclama sorprendida mientras se quita el sudor de la frente con la manga─ ¿Cómo lo sabes?
─He oído hablar de ti, supongo.
Eso sobraba. La verdad es que se lo pregunté a Carlos. Ella sigue con la mirada al frente.
─Ah, que bien. No sabía que era conocida por aquí.
Y dice:
─¿Y tú como te llamas?
Me pregunto porque no me mira. Yo la miro.
─Jorge, me llamo Jorge. Encantado.
─Igualmente.
Entonces me mira.
─¿Te gusta hacer footing? ─me pregunta.
─Bueno, no mucho. La verdad es que me dirijo al gimnasio y me gusta entrar en caliente.
Se gira extrañada hacia atrás mirando tras su hombro. Yo hago lo mismo.
─Amanda espera...─le dedico una sonrisa─ Me he pasado el gimnasio.
─Ya me parecía a mí, jaja.
Ahora o nunca. Es una oportunidad única de dejar mi soledad a un lado. Con tan solo pensar que esta noche tendré que quedarme en casa sin hacer nada me entra un profunda depresión. Siempre lo mismo, las mismas cosas. Y bien...
─Amanda, quiero comentarte algo antes de que sigas.
─Sí, dime...
─¿Te vienes a tomar una copa esta noche?
─Oh...me temo que no va a ser posible Jorge. A mí novio no le haría mucha gracia.
¡La puta! Soy gilipollas...¿Porqué no me informó Carlos de esto?
─Lo siento Amanda. No lo sabía.
─Nada, tranquilo─dijo negando con la cabeza─. Bueno, ya nos veremos otro día Jorge. Un placer.
─Igualmente, cuídate.
Y mientras observo como la presa se esfuma tras la esquina me acuerdo de que hoy tengo que pagar el alquiler. Y entonces ya todo da igual. No me apetece hacer nada. Se me han pasado las ganas de hacer algo. Así que mando a tomar por culo el gimnasio y regreso a casa.
Y para todos vosotros, porque no creo que lo hayáis deducido; No, no tengo familia.
Me encanta, pero porque tanta soledad... si quiere lo acompaño a ver una pelicula, pero yo no corro ni por mi vida... jajaja me encanto tu relato te felicito, un besote.
ResponderEliminarno se si decir un relato triste quizás o gracioso, por su ironía (la del protagonista) vaya que le hace competencia a alguien que conozco, me encanto mucho, felicidades.
ResponderEliminarholaaa
ResponderEliminarme paso por aqui para decirte leei tus escritos y son geniales
actualiza pronto saludos