17 Z

 “…La Muerte nació un triste 17 de noviembre, hace ya más de veinte años. Ese fue el día en que todos los niños del mundo nacieron muertos, los que se encontraban en gestación no llegaron a nacer y los vivos ya jamás podrían volver a morir. Coloquialmente conocido como 17 N o el Día de los Niños Difuntos, o como nosotros, la Hermandad de los Vivos Vivientes,  siempre hemos preferido llamarle: 17 Z.

Bajo mis pies y hasta donde alcanza la vista se alza una metrópolis desierta y silenciosa. Sus edificios viejos y agrietados por el maltrato de los elementos, parecen contemplarme solemnemente en la quietud de una mañana de invierno glacial. El Sol, que apenas se alzaba en el horizonte, centelleaba débilmente reflejado en la fina capa de escarcha que cubría cristales de ventanas y coches. Herencias inertes de la época en la que el hombre se impuso al mundo con mano de hierro, recuerdos ya lejanos de una vida que jamás volverá.

Solo el viento arrastrando latas amarillentas y papeles desechos consigue traerme de vuelta a la realidad; el viento, y el monótono sonido de cientos de pies desnudos arrastrándose por el suelo. Como si se tratara de un sueño fúnebre o la escena de un cuadro tétrico, vagando por las calles como almas en pena, los que hace un tiempo rebosaban llenos de vida hoy tan solo son capaces de ejecutar gemidos y algún que otro gorgoteo.

 -Sr. Gibbins, debemos ponernos en marcha- dijo uno de los muchachos nuevos sacándome de mis ensoñaciones. Últimamente, y debido a las numerosas bajas que hemos sufrido, la edad de los nuevos iniciados es cada vez más temprana.

Desde la azotea en la que pasamos la noche se podía ver claramente una de las fachadas de nuestro objetivo: el hospital. Nos adentramos en la peligrosa Ciudad Muerta en busca de medicinas y demás enseres, puesto que en el poblado éstas ya comienzan a escasear. Quizá con la de hoy esté viviendo ya una de mis últimas incursiones, pues debido a la edad mis reflejos comienzan a menguar y todos sabemos perfectamente que en estas empresas un error significa la muerte, o mejor dicho, la no-muerte.

Mientras los demás desmontan el campamento improvisado, yo vuelvo a buscarte una vez más en una vieja fotografía arrugada. Me pregunto dónde estarás y si acaso en tu eterna existencia podrida podrás recordarme, yo espero poder hacerlo cuando llegue mi hora.

Al empuñar mi rifle para ponernos en marcha no puedo dejar de hacerme la misma pregunta que me atormenta desde hace años ¿Por qué luchar contra un destino inevitable? Sin descendencia, sin futuro, y los muertos acechando en cada esquina. Hace más de veinte años que la Naturaleza nos dio la espalda y mientras la raza humana agoniza en este entorno moribundo, nosotros tratamos de que la llama de la esperanza no se apague en nuestros corazones…”

Breve fragmento del diario perdido de David Gibbins, fundador de la Hermandad de los Vivos Vivientes y descubridor de la cura para la Necrofagia.

 8 de mayo del año 114 P.M.