─¿Últimas palabras?
─¡NO ENTIENDO NADA!
Vi como el tipo menos enorme quitaba el seguro. Nunca había imaginando que aspecto tendría Dios, pero estaba a un tiro de saberlo con exactitud.
─¿Porqué queréis matarme?─les pregunté, medio sollozando.
─Sabes demasiado.
Siempre hablaba el menos enorme, el de la pistola, Vaso de Leche creo que era. Deduje quien era el menos tonto.
─¿Y desde cuándo eso es un problema en este mundo?
─Desde que el tiempo es tiempo.
─Venga chicos ─dije─, ¿porqué no nos sentamos y hablamos de ello? Os invito a un café.
─No te fíes de este señor Vaso de leche ─dijo el súper enorme─, vete a saber que está tramando. ¡Mátalo!
─¡Tú calla cabeza de chucrut, aquí mando yo!
Y dijo:
─De acuerdo, no tenemos prisa. Pero después del café te matamos.
Entonces nos dirigimos a la sala de estar. Vaso de leche seguía apuntándome con el dedo en el gatillo. Eso era un sin vivir.
─¿Puedes bajar el arma? ─le dije─ No voy a hacer nada raro, os lo prometo.
─¡Venga a la cocina mamón! Quiero mi café de buena mañana.
Fuimos a la cocina y preparé lo justo para tres personas. Él seguía apuntándome y mirándome con atención. Creo que de los nervios lo calenté demasiado. Cogimos los cafés y volvimos a la sala de estar. Nos sentamos.
─Ahora ya tenemos el café, ya te podemos matar.
─¡Eh!¡Eh¡Eh! Hemos hecho un trato. Yo os daba café y vosotros me explicabais el porqué del asunto.
Yo no he aceptado ningún trato ─dijo Vaso de leche mirando sonriente a su compinche ─. ¿Lo has aceptado tú Teta-Brik?
─No jefe, no...ja, ja, ja.
¿Ya está? ¿Eso había sido mi vida? Despertarme todos los días a las siete de la mañana para ir a currar y volver a casa, sólo y sin ninguna expectativa más que la de irme a dormir. Esperar que alguna noche alguien me pregunte; ¿Qué tal el día cariño? Y lo único que encuentro es un piso vacío, oscuro y lleno de mierda acumulada. Masturbándome día tras día imaginando mujeres que nunca serán mi mujer. Comer, cagar, vomitar. Emborracharme los fines de semana. No, esta no era forma de acabar.
Estaba a punto de morir y lo único que podía hacer al respecto era esperar a oír el disparo. Esperar a la muerte. No se me ocurría nada para evitarlo. Supongo que ahora es cuando Dios aparece de la nada y te salva, o eso me habían explicado de niño. El problema era que nunca había sido muy creyente, así que deje de pensar en el milagro.
─Llámame cariño ─solté.
─¿Cómo dices?
Entonces, de repente, alguien llamó a la puerta.
─¿Esperabas a alguien? ─me preguntó Vaso de leche.
En verdad no. Bueno, tal vez a Dios pero no mucho.
─Oh, sí. Por supuesto, es mi amigo Antonio.
─¡Sht! Si gritas o intentas alguna otra estupidez te meto la bala en el ojo.
Volvimos a escuchar los golpes en la puerta.
─¿Pero que más da? ─dije─. Si me vas a matar igual. Además tiene la llave, le dije que sino estaba que entrase y cogiera el dinero que le debo.
─Teta-Brik, ocupate de ese subnormal.
El tipo súper enorme se levantó y fue hacia la entrada. Desapareció tras el pasillo.
Y esperé que pasara algo.
(continuará...)
Oh... y cuanto tendre que esperar con un nudo en el estomago... a que podamos saber que pasa...
ResponderEliminarun besote, te felicito.