El jabalí y sus cucharas.

Lo entendí a medias. Me contó que su abuelo había matado a treinta jabalíes con una cuchara y que luego los disecó y los colgó por todo el techo de su casa como si fueran sobrasadas. Lo más extraño fue su modus operandi, ¿porqué no usó una arma más eficaz? Debió tardar la vida para matar esos treinta jabalíes a cucharazos, ni que fueran fáciles de matar. Y por otro lado, ¿porqué coño los colgó por toda la casa? Que mal rollo. La imagen de ver a esos pobres jabalíes balanceándose sin vida como un péndulo se me repitió toda la noche.

A la mañana siguiente llamé a Daniel. Quería saber más sobre aquello, sobre los jabalíes y la cuchara. Un montón de dudas me cascaban la mente y conociéndome bien, esas dudas iban a joderme el sueño cada maldita noche hasta morirme de insomnio. Soy propenso a ello.

─¿Sí...?

─¡Daniel! Soy Will, ¿qué tal?

─Estaba mejor hace unos segundos, ¿qué quieres?

─¿Te vienes a desayunar al “Churro Pelao”?

─Dame una hora y estaré allí, mamonazo.

─Bien, hasta luego.

Colgué y me tiré un pedo afectuoso, algo duro se estaba asomando.

Me levanté de la cama y fuí al baño a ducharme. Luego me hice una paja matinal que duró más de lo esperado y al acabar eché una gran cagada. Bien cálida.

De repente, mientras me vestía, oí un golpe en la puerta. No, eran 5 golpes en la puerta, fuertes, insistentes. Al no tener timbre, la gente llama a golpes, y dependiendo de como son de fuertes esos golpes sé si el que está tras la puerta da mala espina o no.

Aquella forma de golpear sólo me dio media mala espina.

Abrí la puerta y allí había un tipo enorme. No sabía quién podría ser. Y junto a ese tipo enorme apareció otro tipo aún más enorme. ¡La hostia! No sé qué dimensión tendrá el coño de sus madre pero para parir eso lo tuvo que pasar mal, muy mal. A más de uno le bailaría allí dentro.

Tenían aire de malvados, tranquilos pero malvados.

─Me llamo Vaso de Leche ─dijo el tipo menos enorme.

─Yo Tetra-Brik ─dijo el otro.

─¿Eso son nombres en clave? ─pregunté yo.

─No, nuestra madre era una furcia.

─Entiendo...─suspiré─ Y bien, ¿que queréis?

─Venimos a matarte.

Un escalofrío me recorrió la espalda de abajo arriba y atravesó el techo.

─Será una broma espero. Seguro que es cosa de Francisco. Será cabrón, jaja.

Entonces el tipo menos enorme sacó una pistola y me apuntó en la cara. Veía el cañon doble. Notaba el frió del acero en mi cara. No me cagué porque ya lo había hecho minutos antes pero el acojonamiento que tenía en ese mismo instante no era comparable con nada en esta vida.

─Es..esp...esperad, chicos ─balbuceé.

(continuará...)