Disfruto de la inmovilidad que me otorgan mis músculos en absoluto reposo mientras noto cómo el silencio se condensa, palpitando como un abejorro invisible y moribundo, a la entrada de mis oídos. Aunque aún puedo pensar, algo en el núcleo impreciso de mi alma me envía señales de que nada debe preocuparme y de que todo, de alguna manera misteriosa y singular, me debe ser ajeno. He podido captar, no obstante, una leve vibración procedente de algún lugar más allá de la oscuridad que me envuelve, como golpes o pasos sobre un suelo tapizado de hojas secas. Debe ser otoño, por lo que deduzco, aunque el fresco lógico de estas fechas no logra trascender más allá de mi piel. ¿Qué aspecto tendrán ahora mi cara, mi pelo, mis manos, esas fieles e inquietas gemelas que tanto me ayudaron a descubrir el mundo que me acogió mientras estuve, digámoslo así, despierto?
Todo en mí es paz ahora, si no fuera por ese leve cosquilleo que noto crecer dentro de mi vientre, presagio sin duda de un pronto estallido, toda vez que la vida residual que queda dentro no ha desechado en absoluto su tozuda determinación de procrearse rápidamente a costa de los tejidos inertes.
En efecto, ahora sé que pronto reventaré dentro de este ataúd. Lo único que espero es haberme quedado bien dormido para entonces. Dormido de verdad.
Excelente aperitivo para ir abriendo boca, maestro.
ResponderEliminarEspero que, llegado el momento, no estar consciente para vivirlo. Es lo único que le pido a la muerte.
Un abrazo cálido, mago.
Bienvenido.
ResponderEliminarBienvenido, y felicitaciones por tu interesante escrito... un besote.
ResponderEliminarque excelente escrito y la manera de redactarlo, me gusto mucho. felicidades.
ResponderEliminarGracias, amigos.
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