Se llama divagar, estúpida.

Días gloriosos me han tocado vivir, tiempos donde un imberbe soñador puede hallarse prematuramente encadenado a la carcoma hecha mujer. Oh, cariño, te amo, te voy a comprar un ático en la Gran Vía y no haremos otra cosa que copular sobre la encimera todo el santo día. Oh, oh, sí, cariño, claro que te querría aunque fueses fea y obesa mórbida y mazo deforme ya de paso, lo que quieras oír saldrá de mi boca, arpía insufrible. ¡Santo Dios! Nadie me detuvo, aún no comprendo porqué, nadie, ni siquiera tú, papá, tan juicioso y estirado. Que usen mis huevos para un partido de pelota vasca si no me arrepiento de haber dicho "Si" en lugar de "¡No, por el amor de Dios, no!" ¿Alguien me sigue? Me casé a los diecinueve años con una imbécil, de eso va todo, despertad. Cuánto amor hay en el mundo. Amor genital y succionador de sentido común. Ella es una diosa, eso sí, Me Pone Tieso. Pero resulta que mi esposa es subnormal profunda, ahí está la obstrucción marital, es tontita y bobalicona. Una vez, mientras discutíamos, me llamó "malversador"… a saber qué cree que significa. Se abre el telón y aparece mi mujer. Hace alguna gilipollez, se cierra el telón. ¿Cómo se llama la película? Ni puta idea, pero seguro que es una mierda. Prosigamos.

No creo que a estas alturas nadie dude de que soy brillante, así que la pregunta es poco menos que evidente: "¿Por qué, retórico y literato desconocido, por que te impusiste esa condena?" Pues bien, os explico, es un fenómeno conocido como "Agujero Negro Vaginal Supermasivo." ¿Es necesario que os aclare esa evidente metáfora, esa analogía tan sumamente obvia? Pues ala, mastuerzos alelados, que así sea. Este es el asunto: te atraen con la infinita gravedad de su endemoniada belleza y el misterio que se oculta bajo sus enaguas. Sabes que no debes ir porque te atrapará en esa singularidad cuántica fuera del tiempo y el espacio conocido como encoñamiento pueril y sin sentido, pero vas igualmente. Ese tipo de mujeres sólo se fija en ti una vez en la vida, como mucho.  Y quieres subir a ese tren. No hay escapatoria. Ahora, dos años después, la mantengo con un trabajo de mierda en un piso de mierda, y ella tan feliz. Es lo que tiene haber sido un niño feo, luego te da por sobrecompensar, se te queda ese deseo irrefrenable de agasajar a las mujeres hermosas. Es normal, creo, antes me pegaban chicle en el pelo o me ponían chinchetas en la silla. De repente, pegas un estirón y todas quieren darme sus teléfonos. Mi futura mujer entre ellas, un sueño hecho realidad. Pero ¡Oh, cruel destino! El sexo es glorioso pero luego me pregunta si Dostoyevski aún es el presidente de la URSS. Bien, que me metan en un Gulag y me sodomicen mil soviéticos borrachos. ¿Divorcio, me dices? ¡Santa pereza! Veo que aún no comprendes la naturaleza de mi situación. Mis secretas opiniones de nada me sirven ante ella, entro en trance ante el bamboleo de sus pechos. ¿Superficial, dices? ¡Que fácil es juzgar desde la ignorancia, querido lector! Habré intentado romper con ese súcubo unas trescientas veces. Trescientos polvos salvajes bañados en furia, sudor y vergüenza. Intenté, por supuesto, tácticas más sutiles y retorcidas para alejarla de mí. Empecé a fumar, a tratar mal a sus amigas, dejé de tirar de la cadena, monopolicé el mando de la tele… ¡Fiasco! Ahora ella también fuma. Se ha peleado con sus amigas y se pasa todo el santo día despatarrada por casa. ¡Soy un genio, ¿eh?! ¿Hasta cuando aguantará mi integridad? Son tiempos horribles y absurdos. A todo el mundo le encanta opinar sobre mi situación, decirme el gran error que cometí. ¡¿Pues dónde estabais, el día de la boda?! Nunca un calentón salió tan caro, ni siquiera a Clinton. Mi obsesión por este menester no hace más que azotarme con mis limitaciones, me siento incapaz de afrontar esa situación. ¿Que hago? ¿Me largo y le dejo una nota? ¿Un mensaje de texto? ¿La dejo por Twitter? ¿Me hago mormón o talibán? ¿Claudico y la mantengo ad infinitum? "¡Ponle los cuernos!", gritan desde el público. No, lo siento, ella es lo más imbécil que se ha alzado sobre dos patas pero no es mala persona. Eso no se hace. A ver que más tenemos… Raquel nos escribe desde Lérida y dice: "Sólo eres un mamonazo cobarde y pretencioso que patéticamente intenta justificar su superficialidad y su hijoputismo crónico, muérete." Bien, gracias, Raquel, deseo de todo corazón que te salga un herpes en los ojos. ¿Nadie más? ¡Quiero soluciones, amigos! ¿Que debe hacer un hombre para escapar de una trampa tendida por sus más básicos instintos y su necesidad de reafirmarse? Bien, tenemos otro correo. Carlos Villegas, un peluquero jubilado de Benidorm, nos dice lo siguiente: "Querido Usted, nunca he sido un hombre de muchas luces, pero me precio de haber vivido lo suficiente como para distinguir a la legua a un chaval confuso e inseguro. Lo único que puedo deducir de sus palabras es que se avergüenza usted de su mujer, quizás más que nada porque no es el tipo de persona docta e intelectual con la que usted soñaba casarse cuando era ese niño feo con chinchetas en el trasero. No dudo tampoco del amor que siente hacia su esposa, pues de alguna forma sus palabras de odio y desprecio parecen más enfocadas hacia usted mismo que a ella, siente que ha traicionado sus principios y quiere borrar ese amor de su mente porque su ego le susurra que merece algo más, aunque su corazón le diga que…" BLAAAABLABLA, señor Villegas de Benidorm, creo que la viagra le provoca delirios de sapiencia. ¡Estoy rodeado de ineptos! ¿Amor? ¡Jamás! Encontraré el modo de acabar esta relación de forma efectiva y satisfactoria para todos, digan lo que digan las masas idiotizadas. Esa individua es un parásito que lastra mi camino a la grandeza, que nadie lo dude… Bueno, no hay tiempo para más, mi mujer está apunto de regresar de la manicura y le prometí que la esperaría desnudo en la cama y con los genitales cubiertos de nata. Paz.