Apenas oigo tus gritos. Mientras aplasto la guitarra contra la pared, una y otra vez, tu voz me llega ahogada, procedente de otro mundo. Sé que lloras, ambos lo hacemos, pero la ira me libera de esa realidad. Unos segundos de evasión, es todo cuánto deseo, mi amor, todo cuanto necesito para volver a tu lado siendo un hombre cabal. Entonces, y sólo entonces, podremos enjugar nuestras lágrimas y seguir conviviendo con los fracasos y miserias que representamos el uno para el otro. Mientras tanto, por el amor de Dios, que no se te ocurra tocarme.
Decir tanto en tan poco espacio es algo que solo consiguen unos cuantos.
ResponderEliminarGrandioso!
Muy bueno, pero permíteme comentarte que siempre es preferible enjugar a "enjuagar" lágrimas, campeón! Un abrazo
ResponderEliminarToda la razón, gandalf, ya lo he cambiado y he pedido hora para una lobotomía.
ResponderEliminarSimplemente impresionante, me sigues llegando Judah de una manera tan poco común... que me asombra, besotes.
ResponderEliminarSi lo haces Jud, hermano, habrás perpetrado un verdadero crimen contra la buena literatura. Bienvenido a este nuestro pequeño refugio. Te seguiré de cerca, no lo dudes.
ResponderEliminarGrande Judas, en un pequeño relato.
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