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domingo, 8 de enero de 2012

EL DESENLACE DE LA LOCURA


Tras una temporada de coqueteo con la locura, me siento en condiciones para extraer algunas conclusiones sobre mi viaje. No fui yo quien elegí esté camino, siempre haciendo equilibrismos entre los polos opuestos. El equilibrio era una calle sin salida así que tuve que dar la vuelta, y desviarme por la locura.
De acuerdo. Estoy desequilibrada. No puedo distinguir entre mis fantasías y la supuesta realidad. No soy capaz de centrarme en las demandas sociales.  Me entran unas ganas inmensas de gritar en el lugar menos indicado. Estoy repleta de instintos y visceralidades, y mi brújula no funciona, llevándome en círculos hacia ninguna parte.  Con todo este arsenal voy paseando por la vida y cruzándome con personas a mi paso.
¿Quién diría que yo, más desorientada que un sordo en un tiroteo, fuera a convertirme en una Revolucionaria? ¿Quién diría que la locura me haría la mujer  más popular de mi entorno, musa de grandes pasiones e inspiración de heroicidades?   
Perpleja ante las miradas de admiración que me regalaban hombres y mujeres a mi paso, comencé a entender el proceso subyacente de aquella locura colectiva.
La familia. La escuela. El trabajo. El dinero. La pareja. Ir al cine. Salir a cenar con los amigos. Hacer un viaje de turismo. Esperar a que llegue el fin de semana. Odiar el domingo porque no hay nada que hacer. Volver a empezar. Ver películas y leer libros sobre la vida de otros para sentir la emoción ausente en la propia vida. Vestir a la moda. Ir limpios. Callar ante la autoridad. Autómatas, robots, humanos programados. Esto es lo que se espera de ti si no quieres ser un fracasado.
Como después de todo crecí con la herida de sentirme despreciada socialmente, ser un fracaso nunca fue un gran temor para mí. Había sido humillada cientos de veces por aquellos que no tenían lo que tenía yo: libertad y compasión.  Durante mi vida había descubierto una infinidad de veces el gran secreto que encierra hacer el ridículo: conecta a las personas entre sí,  genera ataques de risas orgásmicos, desdramatiza hasta la más seria de las situaciones y posee un poder incalculable para lograr cosas que otros considerarían imposibles.  El ridículo es medicina para el alma.
El problema es que no soy invulnerable en absoluto a la opinión ajena, y por muy auténtica que me considere, mi programación social también tiene el poder de agredirme y hacerme berrear como una oveja. Para más inri, estoy diseñada para ser un poquito mejor persona cada día, lo cual me limita muchas veces bajo el amparo del sentido común. Sí, el sentido común. Nunca  jamás dos palabras estuvieron tan desvirtuadas.
Entonces llegó la locura a mi vida con mayor intensidad que nunca. Intenté manejarla con sentido común. Todo un fracaso. Me intenté alejar. Imposible. La única posibilidad era entregarme y perder ese centro tan sagrado que mantengo como una religión. Pues fuerza y honor, a grito de guerra, porque de ésta no me puedo liberar.
Y así fue como, buscándole a él, sin saber si estaba o no, acabé escribiendo diarios sadomasoquistas, seduciendo a hombres equivocados que llamaba por otro nombre y montando espectáculos para una cámara de un observador invisible. Yo, tan digna y acostumbrada a que me traigan el desayuno a la cama, arriesgando mi nombre por una pasión mucho más grande que todos los condicionantes sociales. ¡A dónde vamos a parar!
Infinitud de voces propias y ajenas danzaban por el espacio eléctrico que circunvala mi cabeza: “¡Estás loca!” “¡Estás perdiendo el tiempo!” “¡Te estás destruyendo!” “¡Estás perdiendo la dignidad!” “¡No eres capaz de poner límites!” Bla. Bla. Bla.
Sí. Bla, bla bla. Estás voces no tienen ni idea del significado de mi descubrimiento.  La locura comenzó a tejer mi camino hacia la grandeza, hacia la expresión única de mi ser, hacia la espontaneidad libre, envidia de cualquier ciudadano más o menos aburguesado.
Me convertí en la máxima aspiración erótica de aquellos hombres a los que confundía con otros nombres y les hablaba de cosas sin sentido, algunas veces enfadada y otras derrochando amor por cada poro. Al principio me preguntaba cómo era posible. Pronto descubrí que rompía su monótona percepción, abría la posibilidad de salir de su predecible vida hacia un mundo incomprensible y emocionadamente inquietante. Cuando les explicaba que en verdad todo había sido una confusión, su mundo interior se había removido tanto que no había nada ni nadie que les alejara de mi embrujo. 
Comencé a liberar mi verbo de censuras sociales llevándome hasta el ridículo firmado con mi nombre. En realidad me daba cuenta que no había nadie que pudiera juzgarme más que yo misma, o la parte represora de otros que en el fondo están deseando liberar. Y entonces numerosas mujeres se acercaron para mostrarme su admiración y comenzar, también, a liberar su espontaneidad de toda norma.
Con el tiempo descubrí que aquello que había sido una traba para mi destino era, en realidad, mi destino. Que buscar la grandeza a través del éxito social sólo me llevaría a la amargura y que el camino de la locura abriría el paso a otros locos deseosos de arrojar todo su equipaje y comenzar a vivir la verdadera vida en libertad, la vida espontánea en la que todo es, y no hay un proyecto de ser sino un ser que se maravilla ante cada instante, placentero o doloroso.
Han pasado ya muchos años desde que todo aquello comenzó. Mi locura ha evolucionado, no sabría decir si a mejor o a peor. Sigo viviendo en el límite entre la destrucción y la grandeza, pero puedo afirmar algo: soy feliz, inmensamente feliz. Cada momento es el primero y el último de mi vida y tengo presente la muerte para recordar que no hay nada tan terrible ni tan grandioso que no se lo lleve con ella.  
He creado una escuela que no lleva nombre, pero sí miles de seres en su camino hacia la libertad y la felicidad. Nunca me ha faltado un amigo que me tienda una mano o un amor para caer en sus brazos. No necesito más. Tan sólo te necesito a ti, mi amor imposible, el generador de esta transformación. Necesito que seas libre antes de que sea demasiado tarde para poder vivir lo que me dio la vida cuando estaba muriendo.
Y entonces el sentido de mi vida se habrá completado.

5 comentarios:

  1. Bienvenida, interesante escrito.

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  2. Intenta no cambiar demasiado, fantástico. Bienvenida!

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  3. Bravo Sakmet, cada vez somos más en este páramo. Me alegra comprobar que no merma la media de calidad, muy al contrario, está aumentando.

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  4. Cargado de inspiración... Bienvenida!!

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  5. Muchas gracias por vuestros comentarios y por permitirme participar en este espacio tan sugerente. ¡¡¡Encantada!!!

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