Órdago al Poeta

Ante la ofensa, invoco el espíritu de tiempos antiguos, donde una disputa podía zanjarse mediante una demostración pública de ingenio y sátira. Quevedo fue el maestro. Góngora, el blanco. Sea Judah tal que el primero, sufra el Poeta como sufrió el segundo.  Atienda vuesa merced, pues, a estas mis palabras, que por sinceras merecen ser escuchadas.

Os diré, Poeta, mi virginal amigo y aspirante a juntaletras, que no es oro todo lo retórico, y que por enrevesar no emocionáis. La engreída pompa de vuesas palabras apenas logra camuflar su vacuidad. Retórico divagáis, y retóricamente aburrís a este docto individuo, quién ha leído palabras más inspiradas que las vuestras en cajas de cereales o en botes de champú. Vos, que os refugiáis en la poesía al ver vuestra prosa desmoronarse, que divagáis entre espesas y tediosas rimas, aceptad que el talento literario no se halla entre vuestros dones, ya de por si escasos. Repasando vuestra obra me ahogo en el fango de vuestro melodrama, la empalagosa y aberrante falsedad de vuesos versos dice más de sus complejos que de sus amores. En sus afrutadas palabras sólo veo amor hacia el texto mismo, esa presunta musa no es sino su propio narcisismo, descomunal. Os remolcáis en vuestras miserias, como buen puerco y vil cobarde, aguardando un rescate que creéis merecer por hostigar al lector con vuestros dramas. Aduladores no os faltan, como a todo falso profeta que se precie, y con sus halagos no hacen sino condenaros a la mediocridad de quién se cree infalible. Mucho me temo, Poeta fileno, ninfo entre ninfos, que ponéis en tela de juicio vuestra hombría al revolotear en un metafórico tutú por la escena literaria. Habláis de amor, de la vida, de abstracciones cognitivas... pero todo cuanto oigo es a un desdichado sollozando por su falo canijo y esmirriado. Mi barbilindo amigo, sois un cúmulo de despropósitos e incoherencias. ¿Acaso existe combinación más explosiva y ridícula que la de un gran ego literario con una paupérrima autoestima? Podría ser, pero este caballero lo duda fervientemente. El resultado de ese revoltijo es esa pequeña colección de poemas con las que nos ha torturado vuesa merced, una y otra vez. ¡Viles son vuestros actos, para ser un hombre tan beato! Pensándolo bien, ¿no será esa la causa? ¿Acaso no es normal que aquél que se siente arropado por un ente todopoderoso e infalible tienda al narcisismo? En verdad son vanas elucubraciones las mías, pues sólo una respuesta coherente y objetiva les darían validez y no espero tal cosa de vos. Eso sí, como buen judío os diré que creer que Dios está de vuestro lado no os ayuda a alcanzar vuesas metas, más bien todo lo contrario, el pasado de mi pueblo lo atestigua. ¡Retiraos, ahora que estáis a tiempo! Seguro que podéis hacer algo mejor con vuestro tiempo que dedicaros a hacerme bostezar. Una retirada a tiempo equivale a una victoria, querido Poeta, y más cuando ya os habéis dejado el orgullo y la dignidad en la publicación de esperpénticas chapuzas. Dejad ya vuestra deshonrosa e inútil cruzada en contra de la exquisitez literaria, pues el arte siempre prevalece, por mucho daño que le hagan los incompetentes de vuestro calibre. ¡He dicho!