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jueves, 17 de noviembre de 2011

Escape (4, 5, 6, 7)

4
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  Atento y cauteloso, no dejaba de mirar a su alrededor. Sabiendo que algo malo iba a suceder, siguió su camino. Pero esta vez, con más prisa. Corría, corría para hacer saber al bosque que su corazón seguía firme, con algo por lo que combatir.
   Ya cansado, dejó de correr para comer algo de fruta. Mientras se la llevaba a la boca, alzó la mirada: ante él habían tres hilibargs sucios y hambrientos, con una única y clara intención. Une de ellos, desde unos metros, trotó hacia él, notándose la vibración del impacto de sus fuertes pezuñas contra el suelo. Audaz, Navir, que estaba con la espalda apoyada al árbol, se echó a un lado haciendo al adversario golpear su cabeza contra la corteza de éste: él rápidamente clavó su espada entre sus costillas. Sus otros dos enemigos comprendieron quién era superior, pero, sin desaprovechar ocasión, comieron a su compañero, ahora muerto. <<Caníbales, pero inteligentes>>. El bosque empezaba a mancharse con el rojo de la sangre; aunque, el bosque en sí, se había convertido en una mancha de tristeza, terror y desolación. Navir continuó su camino para combatirla.

5

  Estaba manchado de sangre, y ahora aquellas hostiles criaturas serían más cuidadosas con aquél que había profanado su territorio; el territorio más oscuro -y al parecer infinito- del bosque, con el uso de la magia más tenebrosa que él había visto jamás y que jamás vería. Sólo un espíritu muy atormentado daría lugar a lo que sus ojos veían, a lo que su carne sentía. Desde la negrura, los rugidos atormentaban su tranquilidad y la convertían en odio, en frustración. <<Si no salgo, tendré que hacerlo salir de aquí>>.
  Seguía caminando, cuando el aire se mezcló con el sucio humo del fuego y cenizas. Ahora, ese camino debía seguir. Navir se encontró al poco tiempo con un enorme árbol, tan grande como un casón pueblerino, devorado por las llamas. Alrededor de éste, habían cinco cadáveres: de lejos, distinguía una cabellera pelirroja, sobresaliente del resto, y corrió hacia ese cuerpo con la esperanza de que siguiera con vida.
  Tenía a Yuritz entre sus brazos, sangrando por todo el cuerpo. Navir lloraba. Su rostro expresaba la aflicción y la tristeza en la más absoluta forma humana.
  -¿¡Por qué?! Maldita sea, ¡muéstrate! ¡Seas quien seas! -gritaba al cielo, y seguiría haciéndolo hasta despedazar sus cuerdas vocales.
   De pronto, vio una luz azul salir de entre los árboles.

6

  Y cada vez esa esplendorosa luz se acercaba más a él, dándola apenas un atisbo de esperanza: aún desconfiado de todo lo que pudiese suceder, agarró con fuerza a Yuritz y la protegió con su cuerpo. La luz flotaba a pocos metros de él.
  -No voy a hacerte daño -era una voz que hacía eco, muy grave y lenta en la parla. <<Es una ilusión>>.
  -¿Qué eres? ¿La señal de la salvación o el causador de la destrucción? ¡Sea como fuere, desmereces la belleza de este lugar y dañas almas puras y nobles, aislándolas en sí mismas y sin apenas libertad! ¡Libéralas! ¡Déjales ver el gua del mar en el atardecer o paisajes de montaña! Si no, todo aquello por lo que un día sufrieron, habrá sido en vano. Si no, deshonrarás a la misma naturaleza, con la que pareces jugar a tu antojo. Si no, habrás destruido sus corazones para siempre.
   Yuritz había hecho cambiar a Navir. Éste, no soportaba la idea de perderla y enloquecía frente a esa situación.
   -Tu corazón es noble, Navir, del mismo modo que tu causa. Todos los seres habidos y por haber deben tener un objetivo en vida: el tuyo es tan persistente, tan tenaz y puro, que ni yo soy capaz de oponerme a él. Así que puedes seguir con tu camino.
   <<¿Irme...? ¿Dejando, como si nada, esto atrás...?>>. La respuesta a aquellas palabras era indecisión y temor.
   -Tranquilo, joven luchador, ahora debes secar tus lágrimas. Ellas te darán fuerza en los momentos más difíciles, pero ellos estarán bien. Cuando su corazón desee salir, saldrán como entraron. Antes, sería muy peligroso. Por ello debo ser cauteloso con su impaciencia, su ira, el miedo que les hacer reaccionar de formas imprudentes. Ahora me voy, Navir, pero siempre estaré cuando lo necesites.
  Y se alejó tal y como se había acercado. A medida que lo perdía entre los grisáceos troncos de los árboles, éstos ahora enverdecían, al igual que todas y cada una de las flores que estaban marchitas se rehacían y cogían color. El Bosque del Auxilio había vuelto. Todos esos cuerpos recobraron vida y volvieron, como si nada de aquello hubiera sucedido, a la rutina. <<Él me ha hecho ver lo que mi corazón no deseaba>>. Para él, había sido un milagro: habían vuelto a la vida. Pero nunca habían salido de ella.
7

  -¡Hombre, has vuelto! -Seán le vio sentado de rodillas en la hierba y ofreció su brazo. Navir estaba aturdido, pero se adaptó a la extraña y repentina situación.
  -Sí, pero me voy. El espíritu del bosque me da permiso. Tengo lo necesario, así que me marcho. Debo agradecer, Seán, tu preocupación por mí.
  Seán se sorprendió. Era algo inaudito escapar del Bosque del Auxilio, pero le creía.  Aunque el deseo de escapar de había convertido en el de, sencillamente, salir. El arquero sentía envidia y admiración por igual.
   -¿Se ha dirigido a ti en persona? ¿Qué te ha dicho?
  -Lo que me haya dicho no tiene ya importancia. Dile a los demás que indaguen en su interior hasta encontrar lo que creían no estar buscando. Se trata de una llave: la llave que abrirá sus corazones para estar dispuestos a lo que deparan los parajes del exterior. Diles, Seán, que la esperanza nunca desaparece.
  -Así será, Navir. Suerte, una vez más, en tu viaje -tardó en responder, pero lo hizo muy honestamente poniendo la mano sobre su hombro.
  Este muchacho tomó el camino de nuevo, en misma dirección y condición que la última vez. <<¿Volveré a verles?>>, se preguntaba. Deseaba un reencuentro con todos y cada uno de ellos. <<No he sido capaz de decirle adiós a ella...>>. Navir no tenía en cuenta que, en vida, el amor no tiene adiós.
  Poco a poco, veía como dejaban de haber árboles verdes y hierba, para presenciar el espectáculo visual que un vale de trigo, extenso como ciudades enteras y bello, aun en su único e imperturbable color, como jardines de palacio enteros. Él amaba lugares así; porque la complejidad no era símbolo de la perfección o belleza: sino todo lo que representaba. Aquel valle, representaba la paz.

2 comentarios:

  1. Magnifica Historia y que angustia ya quiero que salga del bosque, te juro que me desespera este errante ir... y venir, te felicito.. me encanta
    muchas gracias por seguirla.
    Un besote

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  2. me encanto, que bueno has publicado los siguientes capitulos. ya quiero saber más, esperare pacientemente como hasta ahora, felicidades.

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