Aún cavilando sobre la decisión que acababa de tomar, a sabiendas de que tal osadía habría de pagarla incluso con su propia vida, el cazador continúo caminando rumbo al castillo arrastrando por el fango del bosque sus ajadas botas de cuero. A medida que avanzaba, más crecía en su interior esa horrible sensación de desasosiego que impulsaba a su corazón a oprimirle el pecho en un vano intento por querer escapar de él, sólo superada por la tranquilidad que le aportaba el saber que había hecho un buen trabajo, aún habiendo actuado al margen de una ley que bien se merecía ser puesta en entredicho.
En un lapso de tiempo menor de lo que había esperado, el montero llegó a las puertas de la muralla que tan imponente e incluso impenetrable se le antojaba en aquél entonces, deteniendo sus pasos durante unos segundos que transcurrieron como horas los cuales dedicó a acompasar su respiración, la cual amenazaba ya con convertirse en un ataque de ansiedad. Una vez se hubo calmado y con paso algo más decidido, se encaminó por el puente que levitaba sobre las estancadas aguas que discurrían por el foso de aquél alcázar, tan sólo concentrado en que, llegado a ese punto, debía afrontar su negro fin.
Frente a la puerta de los aposentos de la reina se encontraba cuando una voz resquebrajada, vieja y casi, casi varonil, retumbó por las paredes del corredor sobresaltándolo:
- “Dime, fiel batidor, ¿cumpliste ya con tu cometido?”
Y con la imagen de la bella Blancanieves todavía grabada en su memoria y en su corazón y preguntándose si de verdad la reina tenía el alma tan corrompida y podrida como para poder conciliar el sueño tras haberle ordenado cometer el más atroz de los crímenes, el cazador se volteó, tembloroso, depositando en las arrugadas y ásperas manos que como garras de buitre se extendían ante su persona, un cofre de oro y brillantes en el que, acertadamente, conservó un sanguinolento corazón de ciervo.
- “Aquí tiene mi señora, tal y como ordenó”
Y por fin, presa de la felicidad que otorga la más inocente de las ignorancias, la reina pudo dormir bien aquella noche, manteniendo en su envejecido rostro una siniestra sonrisa de satisfacción.
Lady, magnifico, te felicito no esperaba que fuera ese cazador, del que tantas veces escuche cuando niña, del que tantas veces he hablado ahora de grande, logras magníficamente que uno lo comprenda... Una vez mas felicitaciones.
ResponderEliminarRecuerdo esta magnifica obra que me impactó, recuerdo ese corazón de ciervo. Genial Lady, genial.
ResponderEliminarCreo Trysha que el cazador ejerce en la obra un papel importante pues si él hubiera querido el cuento habría terminado antes de empezar, no crees?
ResponderEliminarAdorado cachorro, sabes que lo visceral me pierde...
Lady... tienes toda la razón si el cazador hubiera cumplido su orden no habria habido cuento, pero tu tienes un don especial Lady para ver la historia desde cada personaje, ya lo habia notado con la mecanica del corazon, pero no deja de sorprenderme tu empatia... mis felicitaciones eres una magnifica escritora.
ResponderEliminarestupenda historia y excelente manera de describir y redactar. me encanta (aunque no recuerdo mucho ese libro, al menos no esa parte, solo el final)felicidades.
ResponderEliminarLady hermosa,,, que forma tan excelente tienes de escribir te felicito.
ResponderEliminarGracias Alice!!! Pues ya sabes, échale un vistacillo, te gustará...
ResponderEliminarErnesto... ya te echaba yo de menos