Después de leer el crudo relato de mi amigo Judah Glass he decidido contaros una anécdota que me ha pasado hace un rato. El caso es que después de pasar unos días de vacaciones en mi pueblo natal, regresaba yo en avión rumbo a Barcelona cuando me topé con lo que más temo de los viajes, un niño. Sí, un bebe. Una persona muy joven, como quieras.
***
Estamos sufriendo un retraso de unos 30 minutos. El vuelo está programado para las 18:10 y el embarque a las 17:45 pero ya son pasadas las seis y todavía no hay rastro de nuestro avión. Empiezo a cabrearme con los aeropuertos, con la vida, con el libro que estoy leyendo por no gustarme en absoluto y pienso que posiblemente todo aquello es por culpa de la triste realidad de volver a la maldita rutina. Lo mando todo a la mierda y me voy a comprar un zumo de naranja natural. Pago el zumo casi pidiéndolo a plazos y vuelvo a sentarme en uno de los bancos, cerca de mi puerta de embarque. Entonces a lo lejos veo a un viejo amigo del colegio aproximándose a paso ligero a través de la cinta mecánica, con una enorme melena rubia y envejecido por una barba descuidada. Le saludo levantando el brazo y me quedo esperando a ver si me reconoce. Se fija en mí y sonríe, por lo que deduzco que todavía se acuerda de mí, y se acerca. Se sienta a mi lado, me da la mano y empieza contarme que se ha tirado a una madura en el lavabo de discapacitados y que ha sido fabuloso. Le felicito y le pregunto qué adonde se dirige y me dice que a Bilbao a visitar a unos parientes. Luego se va diciendo que ha localizado a otra viejecita cachonda. Yo me quedo pensando como lo habrá conseguido y como sería un polvo con una madre maciza, pero lo dejo estar antes de que se me ponga erecta. Entonces veo que llega el avión y los pasajeros empiezan a salir. Por fin.
Me han asignado el asiento 11F por lo que debo esperar a que embarquen primero los de la fila 14 hasta la 30. Me espero otro rato sentado y luego me pongo en la cola y embarco. Saludo a las azafatas y me siento tranquilamente en mi asiento, junto a la ventana. Luego le doy otra oportunidad al libro y lo saco de la mochila. Entonces la azafata me ordena que ponga la mochila en los compartimientos superiores y por último enciendo la luz que hay junto el hueco del airecito y me pongo a leer.
Al poco rato llegan los otros ocupantes de la fila. Es una pareja joven, de unos 30 años, acompañados por un bebe. UN BEBE, pienso, este me va a joder. Se sientan estrepitosamente y luego me saludan, yo les complazco con una sonrisa y otra más dedicada al bebe, algo de lo que me arrepiento puesto que el bebe no para de mirarme y hacerme tonterías.
─Tiene 8 meses ─me dice su madre sonriente. Una madre hermosa por cierto. Me pregunto si habrá lavabos de discapacitados en el avión. Yo le digo que no lo sabía y que a ver si hay suerte durante el viaje. No dice nada más y se gira hacia su marido y le susurra algo que no logro descifrar.
Todavía no hemos despegado y las rodillas ya me empiezan a arder, enrojecidas por el roce del asiento delantero. Soy muy alto y en los putos aviones la separación es mínima entre fila y fila. Son unos cabrones. Antes, cuando iba a recoger el billete de embarque solía pedir que me asignaran los asientos de la salida de emergencia, puesto que son más espaciosos, pero se ve que ahora algunas compañías te hacen pagar un coste adicional. Es demigrante.
Y bien, al fin las azafatas hacen su tradicional baile y su penosa demostración y el piloto nos desea un buen vuelo y empezamos a volar.
─¡BUAAAAAAAAAH! ─rompe a llorar el bebe a coro con el ruido de las turbinas del avión─ BUAAAAAAAAAAAAAAAH.
─Carlos ─le oigo decir a la madre─, pásame el chupete. ─El padre abre una especie de riñonera y saca un chupete. Se lo intentan poner al bebe, pero este lo escupe con fuerza, y así repentinas veces mientras los gritos del maldito bebe no cesan.
Cierro el libro e intento dormir un rato, ¡pero de rato nada! Me resulta imposible dormirme por culpa del maldito niño que no para de llorar. De ninguna forma consigo apaciguar el sufrimiento en el que estoy sometido. Piense lo que piense, imagine lo que imagine, el maldito llanto enrabaido de ese puto bebe me casca la mente, la vida y las rodillas. Joder, llevamos 10 minutos de vuelo y ya deseo que el avión se estrelle contra lo que sea, que se acabe todo.
─¡Señora! ─suelto, casi sin querer─ ¿No puede hacer que se calle?
Me ignora por completo sin siquiera mirarme mientras sigue intentando encajar el chupete en la boca del bebe. Pero yo sigo:
─Me entran ganas de morirme, ¡y no quiero!
Yo de contaros esto me empiezo a cabrear otra vez así que he decidido dejarlo aquí.
Me han asignado el asiento 11F por lo que debo esperar a que embarquen primero los de la fila 14 hasta la 30. Me espero otro rato sentado y luego me pongo en la cola y embarco. Saludo a las azafatas y me siento tranquilamente en mi asiento, junto a la ventana. Luego le doy otra oportunidad al libro y lo saco de la mochila. Entonces la azafata me ordena que ponga la mochila en los compartimientos superiores y por último enciendo la luz que hay junto el hueco del airecito y me pongo a leer.
Al poco rato llegan los otros ocupantes de la fila. Es una pareja joven, de unos 30 años, acompañados por un bebe. UN BEBE, pienso, este me va a joder. Se sientan estrepitosamente y luego me saludan, yo les complazco con una sonrisa y otra más dedicada al bebe, algo de lo que me arrepiento puesto que el bebe no para de mirarme y hacerme tonterías.
─Tiene 8 meses ─me dice su madre sonriente. Una madre hermosa por cierto. Me pregunto si habrá lavabos de discapacitados en el avión. Yo le digo que no lo sabía y que a ver si hay suerte durante el viaje. No dice nada más y se gira hacia su marido y le susurra algo que no logro descifrar.
Todavía no hemos despegado y las rodillas ya me empiezan a arder, enrojecidas por el roce del asiento delantero. Soy muy alto y en los putos aviones la separación es mínima entre fila y fila. Son unos cabrones. Antes, cuando iba a recoger el billete de embarque solía pedir que me asignaran los asientos de la salida de emergencia, puesto que son más espaciosos, pero se ve que ahora algunas compañías te hacen pagar un coste adicional. Es demigrante.
Y bien, al fin las azafatas hacen su tradicional baile y su penosa demostración y el piloto nos desea un buen vuelo y empezamos a volar.
─¡BUAAAAAAAAAH! ─rompe a llorar el bebe a coro con el ruido de las turbinas del avión─ BUAAAAAAAAAAAAAAAH.
─Carlos ─le oigo decir a la madre─, pásame el chupete. ─El padre abre una especie de riñonera y saca un chupete. Se lo intentan poner al bebe, pero este lo escupe con fuerza, y así repentinas veces mientras los gritos del maldito bebe no cesan.
Cierro el libro e intento dormir un rato, ¡pero de rato nada! Me resulta imposible dormirme por culpa del maldito niño que no para de llorar. De ninguna forma consigo apaciguar el sufrimiento en el que estoy sometido. Piense lo que piense, imagine lo que imagine, el maldito llanto enrabaido de ese puto bebe me casca la mente, la vida y las rodillas. Joder, llevamos 10 minutos de vuelo y ya deseo que el avión se estrelle contra lo que sea, que se acabe todo.
─¡Señora! ─suelto, casi sin querer─ ¿No puede hacer que se calle?
Me ignora por completo sin siquiera mirarme mientras sigue intentando encajar el chupete en la boca del bebe. Pero yo sigo:
─Me entran ganas de morirme, ¡y no quiero!
***
Yo de contaros esto me empiezo a cabrear otra vez así que he decidido dejarlo aquí.
A lo mejor lloraba por tener un gigante cabreado al lado.
ResponderEliminarPues que se vaya acostumbrando, lo voy a perseguir hasta que sea mayor de edad, luego...vete a saber, quizá lo secuestre y te lo regalo. Espero que en unos años ya sea inmune.
ResponderEliminarEl problema con los bebes es que son como sagrados, uno reclama y el mundo entero se pone contra ti, dedusco que no te bajaron del avion, porque escribiste esto, jajaja y si, no se callan, yo disfruto de las maravillas de ser madre y noche por medio quiero saltar por la ventana, la noche que no toca salto me pregunto si mi hijo vuela... alguna vez me decidiré por una de las dos, lo mas provable la primera...
ResponderEliminarP.D: no acepto criticas de personas que no han disfrutado de las maravillas de las paternidad, los que ya lo han hecho... se que no criticaran.
ResponderEliminarHe exagerado un poco para dar vida al relato, cuando sea mi hora tendré hijos también,y disfrutaré con ellos. Pero en ese lugar exacto, en el momento exacto, odie el comportamiento de ese pobre bebe. Y googleando un poco, decirte Judah que es poco probable que el bebe ya sufra Batofobia xDDD
ResponderEliminarQue anécdota, aunque esten de parte del bebe, es horrible, me ha pasado en el bus y no es divertido e ir dos horas, cansada y con un niñito que no se calla, hace preguntas tontas y cosas de niños chicos que ya todos saben... menos mal que existen las vacaciones de verano! Felicidades, una anecdota divertida aunque en el momento debio ser horrible.
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