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sábado, 7 de enero de 2012

El tío del traje - 2 parte

Y así empezaba el día. Era sábado.
Bajé calle abajo por la Avenida Carallos hasta encontrarme con mi amigo Juanjo. Siempre estaba allí, sentado en el portal de la família Goñapons acompañado por su inmortal perro. Me miró con los ojos entreabiertos y sonrió mientras señalaba el sombrero estacionado en medio de la acera. Miré adentro. Luego acaricié al perro.
─¿Dos centimos, Juanjo? ─pregunté con pesadumbre.
─¿No es increíble? ─empezó a toser, el perro se alarmó─ Llevo expuesto al sol 4 horas, medio centimo por hora.
─No seas cínico.
─¿Tú cuanto tienes, Pablo?
─Nada, vengo de una entrevista de trabajo.
Juanjo se echó a reír. No pude evitar reírme yo también, su risa era realmente contagiosa. No había motivo para ello pero nuestra vida era un mierda y solo nos quedaba el lado más humano de la vida, nuestra emociones. Que aunque carecían de felicidad, intentábamos sacar una pequeña y corta sonrisa de entre todos nuestros tristes y vulgares actos. Me despedí de él abrazándole y deseándole toda la suerte del mundo y seguí mi camino. Anduve por la ciudad durante más de 1 hora, mirando los escaparates de las tiendas y observando como la gente salía de ellas con enormes bolsas repletas de regalos. Mi vida era tan monótona que no me daba cuenta del paso del tiempo. Las estaciones del año se me dividían en frío o calor, eso era simplemente lo que sentía, lo que sufría. A decir verdad, me daba igual si estábamos en Navidad, yo iba a seguir siendo igual de pobre. No recibiría ningún regalo. Y probablemente no lo recibiría jamás. Pensar en todo aquello me producía una enorme nostalgia. ¿Dónde estás Dios, cuando la gente te necesita?
Llegué a la plaza Miró y me senté en uno de los bancos. Miré el reloj del campanario. Marcaban casi las 12:00 del mediodía. La plaza estaba abarrotada de familias paseando felizmente por aquellos andares. Apenas me acordaba de la simple sensación de pasear por gusto, y luego al cansarte, regresar a casa a descansar o tal vez acabar comiendo en un buen restaurante. Poco después el sonido de las campanas inundó el parque. Y mientras las palomas allí presentes empezaron a volar, yo puse un recipiente de cartón en el suelo y esperé que pasara algo.

4 comentarios:

  1. Grande, Dundee, elegante y ligero. El gris nunca había sido tan poético.

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  2. Vaya duende... eres capaz de sacarme las mas hilarantes risas y llevarme también a un mundo gris como dice tu amigo, mis felicitaciones. Un besote.

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  3. Muy bueno Dundee. Muy tuyo. Bravo.

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