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Anochecía cuando avistaron el asentamiento rebelde.
Durante
el camino, había oído decir a sus espaldas cosas como “Pero si sólo es un crío…”
o “Debe estar embrujado”. Quizá lo segundo era cierto, pero, en ese caso, lo
veía como algo bueno.
Desde el incidente con Mayú, el escuadrón había cambiado
su marcha al trote. Durante ese día, pararon apenas unos minutos para comer,
momento en el que Navir se puso al mando de manera definitiva: él sabía que
tenía derecho legal a ocupar ese puesto al haber matado a Mayú, así que pidió
un informe de situación. Resulta que los rebeldes llevaban meses asesinando y
robando sin piedad en Tháramos, y habían fundado una secta religiosa. Sólo
tenía que seguir ese juego para encontrar a Zeit… terminar con los rebeldes y
entrar en la gran ciudad.
Habían avistado ese asentamiento, pero no tenían pensado
atacar de frente a la primera de cambios. No, Navir no consentiría una ofensiva
tan ridícula y predecible.
El sol había desaparecido y la única luz venía de ese
asentamiento. El cerro ocultaba a los doscientos caballos y caballeros que
esperaban órdenes. Navir se ocupó de ello.
-Yo iré primero. No os mováis hasta que la luna haya alcanzado
su cenit. Entonces, atacaréis y os encontraréis conmigo adentro. Mientras tanto…
escondeos. Lejos, que no os vean.
El escuadrón obedeció desconcertado y se alejó. Navir dio
un rodeo al cerro y se abrió paso por entre las improvisadas cabañas y lumbres.
Tenía los brazos levantados en son de paz, así que no le atacaron. Pero en
pocos segundos fue rodeado y obligado a bajar del caballo. Todos vestían ropas
de cuero, tenían armas de hierro y estaban sucios. Uno de ellos, más barbudo y
obeso que el resto, le habló.
-¡Maldito tharamés! Danos una razón para no rebanarte ese
orondo pescuezo que sujeta tu sucia cabeza.
-Bueno, bueno, vamos a tranquilizarnos. Resulta que
traigo información que os puede servir a todos. Sólo dejadme conversar con
quien sea que esté al mando de todo esto.
-¡Déjate de fantochadas! ¡Te juro que…!
-Déjalo –era una voz ronca y grave como si la estuviera
forzando. Tras una cabaña, apareció una persona morena, musculosa como Mayú
pero de estatura más baja. Su rostro no era nada agradable, y parecía haber
perdido todo su cabello -. ¿Qué quieres, tharamés? Si esa información no es de
mi agrado, morirás a mis pies.
-Quiero comunicar algo a todos los rebeldes.
Bajo la atenta mirada de ese hombre y otros seis o siete
guerrilleros, se permitió el lujo de saltar sobre una mesa y gritar: -¡¡¡ATENCIÓN!!!
Todas las cabañas se vaciaron en pocos segundos y pudo
darse cuenta de que, en número, los rebeldes superaban a su escuadrón. A la
altura de la mesa diferenció un ingente número de arqueros apostados alrededor
del asentamiento. <<No lo conseguirán>>, pensó al instante respecto
su escuadrón. Sin más dilación, se dirigió a todos ellos con las siguientes
palabras:
-¡Nobles y justicieros! Os veo tan en forma como la
corrupción en el gobierno de Noiblar. ¡He sido traicionado y desterrado de
Tháramos, ciudad donde viví y crecí con mi familia sin hacer ningún mal! ¡Y a
mucha honra, si mantengo mis propios ideales!
Menuda improvisación. Todos le observaban. Cuando dijo
esto último, levantó el brazo como signo de júbilo y todos le imitaron, sumando
gritos de euforia.
-Antes de salir de aquella inmunda ciudad, me percaté de
un movimiento militar secreto por parte del mismísimo terrateniente de
Tháramos. ¡Pretenden apoderarse de toda la comarca por la fuerza, imponiendo su
tiranía a cada paso que dan! ¡¡No lo consentiremos!!
Se repitió el grito conjunto de los rebeldes.
-Y, amigos, justo esta noche comienza. Cuando la luna
alcance su cenit, Noiblar habrá caído bajo las fauces de Tháramos, ¡pero eso no
pasará aquí! ¡Hermanos, preparaos para demostrar a esos malnacidos quienes son
los verdaderos herederos de las tierras de Noiblar!
El caos estalló y todos se pusieron manos a la obra.
Navir bajó de esa mesa y el jefe se dirigió a él.
-¿Por qué deberíamos creerte?
-Porque voy a luchar a vuestro lado, y porque os he
avisado de una emboscada. Si queréis morir durmiendo, podéis matarme aquí mismo
e ignorar este hecho. Será en pocas horas, vendrán por el norte. Prepara a tus
hombres.
9
La luna había alcanzado su cenit, y todo estaba preparado
para la sangrienta y nocturna batalla que sólo Navir era capaz de controlar. Algo
sucedía en su cabeza… algo había cambiado. Lo había perdido todo, pero ese don
le otorgaba el poder necesario para recobrar venganza, para dar su merecido a
todas las fuerzas oscuras que atentaban la paz en Noiblar. Pero, ¿se estaba volviendo
Navir un ser malvado movido por la codicia y el poder? Había matado sin piedad
a varias personas. Le excitaba, pero no lo hacía por eso. Siempre había sido
muy meticuloso y calculador, pero su nivel de inteligencia se veía estimulado.
Entre aciagos pensamientos, retomó el hilo de la batalla.
Se encontraba entre los rebeldes como uno más, escondido bajo los vastos brotes
de las raíces de un olmo. Giró la cabeza para asomarse hacia el norte: la
caballería tharamesa ya se acercaba al galope hacia la llanura que compondría
el campo de batalla. Los arqueros comenzaron su trabajo, pero esos caballos
eran muy rápidos. Mientras los arqueros caían, todos los rebeldes comenzaban a
lanzar sus hachas contra las armaduras de sus oponentes: eran más resistentes
que las suyas y no caerían fácilmente.
Los arqueros habían desaparecido. La mayoría de los
caballos habían huido o muerto, así que, a partir de ese momento, la batalla se
había convertido en un inhumano combate cuerpo a cuerpo. Habían menos soldados
tharameses, pero estaban mejor preparados. Era una batalla equilibrada. Navir
decidió aparecer. Tháramos a un lado, rebeldes al otro, y él en medio.
No corría, sino que caminaba. Se le acercaron varios tharameses,
pero los abatió sin problemas. Buscaba con la mirada a ese mugriento cabecilla
calvo y moreno. <<Ahí está>>. Cuando lo vio, corrió hacia él y se
abalanzó sobre su cabeza con un salto a dos metros de distancia; al caer, clavó
la daga que tenía en su mano derecha en su garganta y lo miró a los ojos. Pero
entonces, todo se volvió oscuro y sintió que su alma se alejaba de aquél lugar.
La batalla no había hecho más que comenzar, pero la hierba estaba ya impregnada
del característico color carmesí de la sangre.
Ese color carmesí desapareció. Y los cadáveres, los
soldados y los rebeldes, incluso la noche. Otro recuerdo había acudido a él. De
nuevo, estaba en la piel de Iván, que no era otra persona que él mismo en un
lejano pasado. Iván vivía oculto en el más recóndito hueco del corazón de
Navir. Su recuerdo comenzó.
10
-¡Vamos, Iván! ¿Es eso todo lo que puedes hacer?
Iván comenzaba la pubertad y ya desarrollaba musculatura.
Héctor, su padre, y él, simulaban un duelo de espadas como los que habían leído
en los libros de fantasía. A ambos les encantaba imaginar que vivían una
aventura de ilimitada epicidad. Las espadas eran de madera y estaban frente a
su modesto hogar en Inadh.
-¡Papá, si te estoy metiendo una paliza!
Cada uno reía de lo que decía el otro. Eran felices.
María, su madre, se asomó unos instantes para avisarles.
-¡Venga, chicos, entrad! Se os enfriará la poca comida
que habéis cazado hoy…
-Pero bueno, María, la primavera acaba de comenzar, no
seas exigente. Mañana traeremos el doble. ¿No es así, Iván?
-Si me ocupo yo, sí.
Iván y su padre se lanzaban divertidas indirectas
mientras se dirigían a la mesa. Comieron un conejo asado y, a medida que
terminaban, se iban a echar una siesta. María y Minerva se alejaron y padre e
hijo entablaron una conversación.
-Mira, hijo, tú nunca debes tentar al acero. Sólo hay que
compartir mandobles cuando la vida está en peligro. ¡Pero cuida tu vida! No
busques una excusa para probar tu habilidad. Recuérdalo, hijo. Lucha por una
causa noble. Lucha por la libertad, la justicia… lucha por tu propio honor y
memoria. Fuera de esta casa, Iván, están muriendo personas indefensas, y su verdugo
es la misma avaricia, el odio de todas las personas que tienen el poder. No
busques el poder, Iván, pero sabe aceptarlo cuando éste acude a ti. El
verdadero poder viene con amor. Si algún día tienes un poder así… no dejes que
te engulla.
Con estas palabras, Héctor se retiró a su cama, dejando a
Iván desconcertado. En este momento, Navir salió del estado de trance en el que
se encontraba y volvió al campo de batalla.
Ahora era un campo de batalla vacío. Todos habían muerto.
Había cadáveres por todas partes, y tanto tharameses como rebeldes se veían igualmente
mojados de la misma sangre carmesí. Navir estaba lleno de esa sangre. Sus
manos, sus armas.
Los había matado a todos.
Cada vez me gusta mas este personaje que has construido, No creo que se este corrompiendo, pero me preocupan esas como lagunas en las que no nota que mata, personalidad disociativa (lo que me diagnostico dundee, será que te inspiro??))
ResponderEliminarPotente frase: EL VERDADERO PODER VIENE CON AMOR...
Me encanto,Felicitaciones y muchas gracias.
Yo no lo podría haber resumido mejor: es un trastorno de identidad disociativa. Pero me gusta adaptarlo al mundo mágico. Iván es el pasado de Navir, son la misma persona pero identidades paralelas. Navir se crea cuando el antagonista Kurat (que sólo he mencionado una vez) arrasa su aldea.
ResponderEliminarCon ello, va al Bosque del Auxilio, y allí pierde sus recuerdos excepto el de la destrucción de su aldea (que es Inadh). Al salir, recupera el resto gradualmente. El por qué Navir tiene ese don para matar lo explicaré más adelante.
¡Pero bueno! ¡Menudo ladrillo! Bueno, más tarde publicaré algo más. Gracias por comentar Trysha, siempre valoro mucho tus opiniones, y me encanta que te esté gustando.