La casa estaba cerca del río, aquella espantosa casa, era una casa vieja y destartalada. Un buen día, Ken se perdió en el bosque mientras recogía setas, desconsolado, anduvo sin rumbo fijo, errante, y ya sin esperanza alguna de regresar a casa cuando, de pronto, esa casa emergió de entre la niebla. Decidió
pasar allí la noche. El entrar, una hondonada de polvo voló por la estancia. Ken dio unos pasos y, de repente, una corriente de aire cerró la puerta de un portazo, lo que hizo que Ken se girase, asustado, pero de inmediato se relajó. Al rato encontró una cama polvorienta en una habitación repleta de telarañas, la limpió un poco y se durmió.
Pero ésa noche, en las profundidades más oscuras del bosque, un cuerpo despertaba, ya se había puesto el sol y era hora de cazar. La criatura se incorporó sobre sus patas traseras y comenzó a andar. Al caminar, pisaba involuntariamente trozos informes de carne que desprendían oleadas de hedor
al reventar bajo sus pies. La carne podrida no le gustaba, un hombre lobo siempre prefiere la carne fresca recién cazada, aún con la expresión de terror desconsolado en el rostro. De pronto, giró bruscamente la cabeza, había olido algo, e instantes después empezó a correr, ésta vez con las cuatro patas para llegar antes de que escapase su presa. Se dirigía a la casa.
Ken fue despertado por un fuerte golpe proveniente de la puerta principal. Se dirigió al pasillo de entrada y contempló, horrorizado, que la puerta, simplemente, había sido arrancada. Ni siquiera había arrancado un pedazo de madera, no, literalmente, las bisagras habían quedado destrozadas por un tirón fuerte y súbito. Desde luego, quien hubiera hecho esto tenía una fuerza descomunal.
Ken retrocedió lentamente, hasta que se dio cuenta de que no estaba solo, al girarse, se quedó mudo de la impresión; una enorme bestia, semejante a un lobo bípedo de dos metros se alzaba rugiendo ante él. Su primera reacción fue defenderse, de modo que le asestó un fuerte puñetazo en el abdomen. Resultó
inútil, sólo logró romperse la muñeca y enfurismar al terrorífico animal. Ken corrió hasta el comedor pero la fiera era mucho más rápida que él. Lo adelantó de un salto, lo acorraló en un rincón de la habitación y… todo terminó. Toda la vida de Ken, sus sueños, sus esperanzas, sus ansias de superarse, incluso ésa chica del campus que de vez en cuando lo sorprendía mirándola y que siempre respondía
con una leve sonrisa. Todo eso terminó, en menos de lo que dura un simple zarpazo.
Cuando el lobo abandonó la casa, satisfecho de su festín, allí ya no estaba Ken, tan sólo un espantajo de vísceras esparcidas por el suelo del salón, y un hilo de sangre que de deslizaba por el cristal de la ventana.
Por que mis alumnos no escriben como tu buaaaaa, que envidia a tus profesores.
ResponderEliminarMe encanta tu historia de hombres lobos la ultima escena wow... el detalle del cristal. Un besote. mis felicitaciones y mi admiracion.
Gracias :D Lo cierto es que la versión original de este en concreto era un trabajo de clase, aunque esta versión está más retocada y mejorada con paciencia porque la primera la tenía que hacer en clase y no tenía tanto tiempo XD
EliminarGenial historia! y aun más impresionante la manera en que relatas el final, ciertamente la parte de la sangre en el cristal fue un lindo detalle para coronar la caceria de la bestia.
ResponderEliminarVisceral y salvaje... Bestial!! =D
ResponderEliminarGracias a todo el mundo por leer. Creo que esta ya la tenia en top (o si no la tenia, al menos tenia pensado subirla cuando cerró)
ResponderEliminarde hecho, me estoy dedicando a recuperar mis viejos relatos poco a poco.