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martes, 27 de marzo de 2012

Tom Vince: Un hogar recóndito - 1

Unas quince o veinte veces desde el mediodía, Tom, el detective, se había apartado de la ventana de la consulta que daba a la calle, con cierta parsimonia. Esta última vez, al apartarse, encendía insistente el mechero que le habían regalado sus hijos por su cumpleaños, aprovechando el copioso juego de este, puesto que era un Zippo exquisitamente labrado de 1940. Después regresó a la mesa del despacho y se sentó. Su sillón, de cuero acolchado, le daba bastante juego a la hora de hacerlo rotar, así que con un impulso, depositó sus cortas piernas encima de la mesa y encendió un puro.

Por la mañana, la secretaria le había dejado encima de la mesa una docena de cartas -como era costumbre los lunes-, pero ya eran pasadas las dos de la tarde y seguían allí,intactas. Tom las divisó, y echando una bocanada de humo, las sopesó en el aire, y de ellas eligió una sin remitente, al resto las arrojó a la papelera. La abrió y esto es lo que leyó:


Querido Vince,


Me resulta algo hipócrita empezar esta carta así, pues un servidor apenas te tiene aprecio, pero siguiendo el protocolo, lo dejaré así. Bien pues, le escribo para comunicarle mi intención de matarle, sin aberración alguna, pues es de buen saber que soy un asesino sumamente profesional. Mi vida es dedicarme a esto, ni más ni menos. No creo que sea mucho suponer, señor Vince, imaginar que ahora estará sentado en el sillón de su despacho, fumándose un puro costoso, leyendo esta carta con demora, y preguntándose que porras es esto. Pues no se moleste más, se lo repito; cordialmente es un aviso de asesinato, o amenaza, como usted desee. Los motivos también los puede posponer, porque dudo que halle relación alguna con sus casos. Le estaré esperando señor Vince...será usted quien acudirá a mi.


Atentamente,


L.M.


Tom no se inmutó, se limitó a mirar fijamente el cuadro de John Maverick colgado en la pared, mientras seguía sosteniendo la misteriosa carta. Poco después, se incorporó en la silla y llamó a su secretaria. No pasaron ni cinco segundos y Rita ya estaba dentro del despacho.
─Dime señor Vince, ¿que desea?
El ambiente apestaba a puro. Una nube de humo inundaba la sala.
─Rita ─empezó Tom─, cancélame todas mis citas, reuniones y todo tipo de encuentro previsto durante esta semana y la próxima.
Rita al principio se quedó perpleja. Tal faena significaba llamar a más de cuarenta personas para posponer la cita, y a cada una de ellas darles el motivo del cambio. La última vez que Tom canceló sus citas fue porque se iba de caza con un antiguo amigo que había llegado a la ciudad sin previo aviso, y entonces le dejó a Rita la total libertad sobre que decirles a sus clientes, fuera lo que fuera. Y no conserva un buen recuerdo de ello.
─¿Porqué señor? ¿Se va otra vez?
─Sí, me voy de viaje, lejos...muy lejos.
─¿Pero que les digo? ─preguntó Rita, asumiendo el marrón─ Le recuerdo que esta semana tiene que reunirse con Mario Cabras, no creo que le haga mucha gracia.
─¿Mario Cabras?─dijo, con tono burlón─. Su caso hace meses que está resuelto, su mujer le engaña con tres adolescentes, pero tardaré tres meses más en decírselo. Hay que decir que paga muy bien por mi servicio, vamos a prolongar la cosa. ─entonces echó una mirada a la pequeña bodega personal, situada al fondo, junto a la puerta─. ¡Rita!Encárgame uno de los mejores vinos del país, para cuando vuelva lo quiero encima de la mesa. El vino lo dejo a tu elección, claro. Haz lo mismo con mis clientes, baraja unas cuantas excusas y las vas repartiendo entre todos. No te será difícil, eres una chica lista.

Y eso fue todo, al cabo de un rato Rita ya estaba atareada con el teléfono y Tom se hallaba de camino a casa, para preparar su maleta. En casa le esperaba su mujer, María, con su deslumbrante melena rubia y cuerpo esbelto. Había cumplido ya los 42 años pero el gimnasio y los tratamientos que le pagaba Tom la conservaban estupendamente.
─Hola querido ─dijo María, que había ido a recibirlo en la entrada─ ¿Qué tal el día?
─Hoy no es la primera vez que me llaman querido, y desde luego espero que esta no acabe de la misma forma─dijo Tom, yéndose directo al dormitorio, sin apenas prestar atención a su mujer. De pronto María reaccionó y fue tras él.
─Oye, oye, ¿que ocurre, Tom?
Tom había sacado ya la maleta del armario y empezaba a colocar algunas cosas básicas como los calzoncillos y los calcetines.
─¡Me voy! ─dijo al fin─Me voy lejos de aquí, María. Vete a casa de tu madre mientras estoy fuera.
Luego de colocar los calzoncillos, los calcetines, la colonia Armani, el neceser, y algún que otro accesorio del baño más, empezó a sacar del armario algunas camisas y, como si fueran un vulgar trapo, las fue metiendo dentro de la maleta.
─¿Pero qué ha ocurrido? ─volvió a preguntar, plasmándose delante de Tom e interrumpiendo su tarea─. Últimamente actúas de una forma un tanto extraña cariño ─entonces le cogió la cabeza con las manos y la irguió hasta que sus miradas se cruzaron─. Podrás decírmelo al menos, soy tu mujer al fin y al cabo.
Hubo un breve silencio.
─Cuando vuelva, te lo contaré.
─¿Pero a dónde vas?
Entonces, Tom, mirando por la ventana que daba al patio, dijo:
─A decir verdad, no tengo ni idea.

3 comentarios:

  1. Me gusta este comienzo, me gusta que me dejes con las ganas (pero no por mucho tiempo, todo tiene su límite), me gusta mucho, muchote leerte. ¡EXCELENTE!

    Solo una cosilla Shore, en el primer párrafo hablas del detective Tom, pero unas líneas más abajo, cuando empiezas a hablar de las cartas, le llamas Will. ¿Se llama de las dos formas? Es que como también le llamas señor Callaghan y demás, pues lo mismo me he colado yo. Es que me he hecho un poco de lío con eso...

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    1. Ah ostras, he copiado el borrador aqui jajaaj Si al principio quería llamarle Will Callaghan, pero al final Tom Vince me ha convencido. jajaja ignoralo xDD Ahora lo cambio, gracias

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  2. De nuevo señor me deja con ganas de mas (espero que no seas asi para todo)... soy la unica mujer que preguntaría al marido, puedo ir??
    Jajajaa sobre los nombres... no me fije o lo lei despues de la edición.
    Me encanta un besote.

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