RUBÉN
Marta tiene un aspecto horrible esta mañana, como si hubiera envejecido diez años de golpe. El pelo descuidado y encrespado, bolsas bajo los ojos, la postura encorvada. ¡Madre mía! Espero que no tenga ganas de hablar de ello, es demasiado temprano para aguantar uno de sus soporíferos melodramas. «Nadie me quiere, que fea soy, odio este trabajo, mi perro parece decaído, cada vez tengo más arrugas, estoy engordando otra vez, moriré sola...» ¿Que será esta vez? Estamos tomando café donde siempre, ella mira su taza con expresión lastimera. Amiga mía, ni aunque les mordieras la chirla espantarías a los hombres con más eficacia. No es nada nuevo, simplemente ha dejado de divertirme. Esto es patético. No puedo disfrutar de mi café con leche y mi bollito cuando esta niña parece apunto de llorar. ¡Un poco de orgullo! Me mira. Madre mía, ahí viene.
-¿Sabes que la semana que viene cumplo cuarenta años? -Me dice, mustia como una pera podrida.
-Claro, cariño, ¡tenemos que armar una gorda! -Le digo, con un entusiasmo más falso que el chándal Naik de mi armario.
-No se si me apetece mucho, Rubén... Ese número sólo me recuerda que el reloj ya tiene más arena abajo que arriba...
-¡Peligro, se acerca Marta la llorona! ¡Que alguien detenga a esa perra! -Digo, alzando los brazos.
Y ahí esta, riéndose bobalicona. Le encantan mis numeritos de mariconeo. Yo personalmente no tengo ningún problema en complacerla mientras consiga evitar que monte una escena. Es de chiste, esta mujer. Si Marta tuviera un manual de instrucciones estaría escrito en un post-it, y aún sobraría espacio para dibujar un bodegón. Es como una niña pequeña, una pedorreta en la barriga y se acaban todos sus males. Deberían darme una medalla por callarme lo que realmente pienso de sus deprimentes complejos. De verdad, me parece asquerosa toda esta gente que se pasa el día pregonando sus desgracias, intentando que los demás estemos tan deprimidos como ellos. ¡Menos llorar y más mover el culo! Si no te gusta tu vida, ajo y agua, o te callas o haces algo al respecto. Tantos años con la misma historia, estaría bien que empezara a agradecer los esfuerzos que hago por ella. Después de todo, soy el único que la aguanta, y no me extraña. ¿En que clase de círculos podría encajar, una mujer así? Una policía marimacho, rolliza y plañidera empeñada en propagar su miseria como si de un apestoso virus mutante se tratara. Es insoportable. Es de recibo que no tenga amigas, el problema es que es el menda quien se come el marrón. Me llama a todas horas: para ir al cine, o de compras, o a tomar un cochino café. Juro por Dios que cada vez que suena mi móvil se me hace un nudo en la garganta. ¿Que por qué quedo con ella si me molesta tanto? Pues yo que sé, la mujer me da lástima, no puedo negarme cuando la oigo mendigar patéticamente un poco de contacto humano. Menuda cruz... Suerte que con los años he aprendido a aplacar sus rabietas y melodramas con una serie de trolas baratas. Sus ojos centellean ahora de húmeda gratitud, y me coge de la mano. Esta petarda se cree que no sé que quiere pasarme por la piedra. Como suele decirse: «el coño le da palmas.» Va a ser que no, amiga, no eres mi tipo, ni mi género. Me pregunto qué cara pondría si supiera que hace pocas horas un travesti africano llamado Triana me estaba pegando manotazos en la polla. Le resultaría tan imposible de creer que le añade un morbazo que te cagas al asunto. Supongo que volveré a llamarle esta noche, se estará muriendo por agradecerme la generosa propina que le dejé. Si en algo no hay que racanear, es en el sexo. Apuntadlo.
-Ai, Rubén, no se que haría yo sin ti, de verdad...
Y entonces hace un ademán de cogerme la mano, pero en el último momento se echa para atrás. Menos mal. Estamos de servicio, y no es plan que los parroquianos vean a dos policías haciendo manitas. No quiero perder lo único que hace que este trabajo vale la pena, esas suculentas miradas de respeto y desconfianza, sazonadas con odio y miedo. Te acercas a ellos y se ponen nerviosos del carajo. No todo el mundo, es cierto, pero cuando sucede es desternillante, cuasi orgásmico. Ojos huidizos, manos nerviosas y sudorosas, pensando en todas las cosas ilegales que han hecho en su vida, incluso las que pueden haber hecho sin darse cuenta. Pero claro, luego llega Marta con su sonrisa cálida y sus ojos comprensivos diciéndoles que no hay nada de que preocuparse. Espantapollas doctorada, aguafiestas freelance. ¿Como se puede tener horchata en las venas después de toda una vida de tragar mierda? Humillaciones escolares, un salvaje acné juvenil, vida sexual nula, soledad perpetua. Si yo fuera ella me pasaría el día jodiendo a la población de este mundo cabrón y por la noche pagaría a un mulato enorme para que me diera un buen repaso. ¡Ups, pero si es lo que hago! Qué más da, de tener la triste vida de Marta tendría aún más motivos para hacerlo. Sorbo mi café, con una sonrisita hipócrita. Delicioso.
MARTA
No se va a acordar, por supuesto que no. Al fin y al cabo no hablábamos en serio. Reconozco que fui una ilusa, Rubén. Estábamos haciendo el tonto, sin sospechar siquiera que llegaría el día en que tendríamos que enfrentarnos a esta triste realidad. Mi roca, la luz de mi vida, si supieras lo que realmente tortura mi corazón... Llegaste a mi vida como un huracán, un inesperado regalo del destino, nueve años atrás, cuando estaba tocando fondo. «Este es tu nuevo compañero, Rubén, un tipo alto, atractivo, sensible y bravo ante la adversidad, que ha llegado en un caballo blanco para poner fin a tu soledad.» Creo que esas no fueron las palabras exactas del comisario, pero eso fue lo que oí. Congeniamos tan rápido que me sentía como borracha, nadando en la irrealidad. Y aquí sigues, a mi lado, nueve años después, preocupándote por mi y aliviando mis penas. Mi amigo, mi amor secreto. «Mira, hagamos un pacto, si a los cuarenta los dos seguimos solteros, pues nos casamos. ¿Que me dices?» Pues claro que sí, mi amor, y luego nos reímos un rato de ese triste futuro que nunca habría de llegar. Bien, pues ha llegado el momento, el tiempo ha atropellado nuestros sueños. Me he despertado con la vana esperanza de que lo recordara, de que en su promesa hubiera el mismo deseo oculto que había en la mía, pero no da señales de hacerlo. Algo le preocupa, eso es evidente, parece algo distraído esta mañana. Quizás... Es un hombre tan retraído, tan complejo... Su timidez siempre le ha dado un atractivo especial, aunque también ha lastrado todas sus relaciones, sociales u románticas. No tiene amigos fuera del trabajo, así que siempre intento hacer planes con él para que no esté siempre sólo. Lo más triste, no obstante, es su vida sentimental. Que yo sepa no ha tenido nunca ha tenido pareja, puede que incluso sea virgen. No me extrañaría en absoluto, siempre ha disfrazado su timidez de cinismo, es algo habitual. Trata a las personas con brusquedad, aterrorizado ante la idea de que alguien llegue a conocerle de verdad. Hace unos años llevó la cosa incluso más lejos. De un día para otro, me salió con el cuento de que era homosexual, ¡menuda tontería! Le conozco lo bastante como para saber que se inventó esa historia para justificar su falta de vida amorosa. Si ese hombre es gay, yo soy una jirafa. Nunca le he visto con un hombre, ni le gusta salir por el ambiente ese, viste como una persona normal y le he visto reducir con gran facilidad a maleantes enormes. ¿Esa es la vida de un gay? ¡Por favor! Es cierto que de vez en cuándo actúa como una locaza para hacerme reír, pero la verdad es que lo hace fatal, se nota que no le sale de dentro. Un tipo atractivo y varonil como él sería un caramelito irresistible para cualquier maricón de la ciudad. No cuela, cariño. Lo único que ha conseguido con esa historia es que le desee aún con más intensidad. Sabe que estoy pasando por una mala racha y no quiere que me preocupe por él, por su soledad. Es la única persona que ha sabido comprenderme, y aunque no recuerde (o finja no recordar) nuestro viejo pacto, he pensado en el modo de conseguir que se abra, de poner un poco de alegría en su vida. «Ai, Rubén, no se que haría sin ti...» Pues morir, mi vida, eres lo único que vale la pena de este mundo. Le veo ahí sentado, bebiendo su café, mirando al vacío y apretando los labios de vez en cuando, quizá buscando las palabras adecuadas. Es el momento.
-Oye, cariño, hay algo que debo contarte... -Le digo.
-¿Si? -Dice, aparentando indiferencia. No cuela, veo un atisbo de miedo en sus ojos, casi siento como se acelera su corazón -¿De que se trata?
-Pues... -Digo, y cojo aire - He decidido que quiero tener un hijo.
-¡Vaya! -Dice, parece casi aliviado. ¡Ja! Lo mejor está aún por llegar - ¿Y eso de donde sale?
-Mira, Rubén... voy a cumplir cuarenta años, ya no soy ningún chollo. Mira estas arrugas, estas lorzas... ¿Que hombre querría estar conmigo?
-¡Marta, por el amor de Dios, no empieces con eso! -Dice, parece realmente molesto. Odia que me infravalore, es tan mono... - ¿Cómo tengo que decirte que eres una mujer increíble? No has tenido suerte en el amor, es cierto... pero tener un hijo me parece exagerado, es como tirar la toalla.
-No es algo que haya decidido de sopetón. Hace tiempo que me ronda por la cabeza. Puede que algún día encuentre a un hombre dispuesto a estar conmigo, que lo dudo, pero para entonces puede que ya sea tarde, la menopausia está a la vuelta de la esquina... Quiero ser madre, y se me acaba el tiempo.
-Madre mía... ¿Te lo has pensado bien? Tu vida se va a volver del revés.
-Si, y la verdad es que tu apoyo es muy importante para mí.
-En ese caso... ¡Qué demonios, enhorabuena! Tienes mi bendición.
Dice eso, pero su mirada está hueca. Parece confuso, irritado incluso. Es exactamente lo que pretendía. Así es, mi querido Rubén, tu pequeña Marta va a montar en el tren de la aventura y no hay un billete para tí, al menos de momento... Me levanto de mi silla y él hace lo propio. Le doy un fuerte abrazo. Él intenta mantener un poco las distancias pues no le gusta demasiado que le toquen, pero no pienso dejarle escapar. «Va a tener un hijo...», les dice a los parroquianos, como si intentara justificar esa muestra de afecto. No puedo resistirme a él cuando muestra su timidez, quiero romper ese cascarón y comerme la pulpa. La gente, salvo un par de borrachos matinales que se ponen a silbar como locos, se limita a murmurar enhorabuenas y felicitaciones. Volvemos a sentarnos. Ahora viene lo gordo, me siento nerviosa y acalorada, con el tacto de sus firmes pectorales aún fresco en mi mejilla.
-¿Y bien...? -Dice él, recomponiéndose el uniforme, avergonzado -¿Como piensas hacerlo?
-Bueno... Estoy barajando varias opciones -Le digo, haciéndome la interesante -Pero sólo hay una cosa que tengo clara.
-¿El qué?
Se hace el silencio. El corazón me late con tanta fuerza que sería raro que no estallara. Me sudan las manos. Pero no, este no es el momento de titubear. Pon las cartas sobre la mesa, Marta, lánzate al vacío.
-Quiero que tú seas el padre...
-¡¿Eh?! -Dice, tras atragantarse con su bollo. No hay palabras para describir la expresión de su cara, es como si se la hubiera pillado con la bragueta. ¡Esta si que no se la esperaba! - Marta, por favor, dime que no has dicho que...
-¡No tendrías que hacer nada que no quisieras, te lo prometo!
-Para el carro, en serio. Esto es una locura.
-¿Por qué? ¿Por qué es una locura? Eres la persona más importante de mi vida, eres listo, atractivo, sensible... No puedo pensar en nadie mejor que tú. Yo me ocuparía de todo. No tenemos por qué hacerlo de forma natural, sólo te pido tu semilla. Podríamos ir a una clínica de esas y...
-No.
¿Qué?
-¿Como dices...? -Le pregunto, incrédula. No puede ser, es imposible que diga que no, él no me haría eso. Sus ojos, Dios mío, nunca los había visto tan fríos, tan lejanos. Es como si no los conociera - Rubén, por favor, hablemos de ello, sólo te...
-¡Que no, Marta, joder! ¡Ni de coña! -Dice, levantándose bruscamente de la silla. Se dirige hacia la salida y sus últimas palabras, apenas un murmullo, me desgarran el corazón - Estás para que te encierren, hostia puta...
Y ahí me quedo, sollozando como una niña. Agente Marta Garcés, protectora del pueblo, azote de los villanos, estúpida del siglo. Todo está borroso, y una sensación de vértigo se apodera de mí, nada parece tener sentido. ¿Por qué, Rubén...? Y entonces la vieja semilla de una sospecha, aterradora, empieza a germinar.
A los que tengan el coraje de leer este ladrillo quiero expresarles mi agradecimiento por adelantado, y de paso plantearles una preguntita: ¿Cual de los dos creeis que es peor? XD
ResponderEliminarHas recreado perfectamente a la pareja de Matrimonio con hijos pero aún sin tener hijos..jajaja, muy natural por cierto. Sinceramente, el peor es Rúben, por el amor de Dios, ¿qué ha cambiado del inicio hasta ahora? ¿Porqué cuajaron tan deprisa cuando el comisario los puso juntos? Los años pasan para todo el mundo, tuvo que saberlo de antemano...xDD Aunque, sin obviar lo peligroso que es tener una mujer así cerca, comprendo su enfado con la vida, con Marta, con todo...
EliminarVeamos... De ladrillo nada, campeón. UN ladrillo es pesado, cargante; esto me ha resultado casi tan ligero como un pantalón de lino. ¡Un diez!
ResponderEliminarEste Rubén, no me gusta un pelo. Vale que ella no le guste y tal pero, ¿de verdad tenía que responderle así? Sólo le ha dicho que quiere que sea el padre de su hijo, no que vaya a prenderle fuego...
Por otro lado, entiendo bien a Marta, aunque lo que me parece a mí es que más que un hijo lo que necesita es un poquito de ayuda. Parece que la nueva adolescencia es la crisis de los cuarenta, pobre mujer...
Pd.: Shore, ¿ves lo que pasa por lanzarse? xDD
Elemental, querida Bella jajaja
EliminarDIos eres increible jajaja me encanto, las disculpas estan totalmente de mas... es maravilloso leerte... sobre lo de quien es peor... yo pediria, como profesora que por favor no se les permitiera reproducirce me imagino ese mocoso, sinico con autoestima baja, y definitivamente destinado a la mediocridad ahi sin aprender ni dejar aprender... (creo que lo tengo en mi sala ahora se sienta en la tercera fila junto a la ventana -.-)
ResponderEliminarPienso que es peor ella... honestamente se creo su propio mundo y solo ve lo que quiere ver, merece esa respuesta.
Nuevamente felicitaciones. Un beso.
Parece que el hombre no esta muy por la labor, el mundo esta a salvo de la concepción de semejante engendro xD
EliminarGracias Trys, un abrazo.
Pobre Marta, si la pillara Freud... Y pobre Rubén, si lo pillara un presentador de telecinco...
ResponderEliminarTécnicamente brillante, un ladrillazo de diez puntos.
Pues un ladrillazo de gratitud para ti, maestro, en toda la face. Un abrazo.
EliminarXD
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