Bajo aguas tranquilas.
Como lo había predicho Sebastián, Caín armó un gran escándalo al ver las ropas rotas de su amada princesa. Tomó a Joshua por el cuello de la camisa y comenzó a sacudirlo mientras le gritaba.
-¡¿Qué le has hecho a Alice?!-
-Por favor cálmate, puedo explicártelo pero-
-¡Dilo de una vez!- grito Caín observándolo enojado. Alice tomó su mano despacio.
-Él no me ha hecho nada, fue un accidente-
-Pero…-
-Supongo que no tendré otra opción- suspiro levemente, Sebastián sonrió.
-Un hombre los atacó en la rueda de la fortuna, percibí algo y fui a ayudarlos, sino fuera por Joshua la princesa estaría seriamente herida o muerta-
-¿De verdad Alice?- pregunto Caín.
-Sí…-
Caín soltó a Joshua sin siquiera disculparse y tomó la mano de Alice para llevarla a casa. Eliot iba sonriendo mientras les contaba sus próximos planes para ir a la playa, Sebastián lo observó algo irritado pero fingió una sonrisa.
-A todo esto, ¿Qué haces con esas orejas de gato?-
-Son muy lindas- se volteó a Nicole- ¿Y las que te presté?-
-Lo siento, debieron caerse en la rueda de la fortuna-
-Está bien, cuando lleguemos a casa te daré unas muy lindas pero cuídalas-
-Claro-
-También te daré unas a ti Sebastián, unas de osito, se te verán bien- se quitó las orejas de gato y se las colocó a Sebastián, este lo miró fijamente tratando de controlarse, no estaba de humor para las bromas de Eliot- ¡Te quedan muy bien!- le grito Eliot en el oído. Joshua se percató de la molestia del demonio y apartó a Eliot.
-¿Te gustó el parque de diversiones?-
-Fue divertido, y también tomé algunas fotografías, oye Sebastián- saltó frente al demonio y le tomó una fotografía con las orejas de gato, Sebastián apretó los puños a punto de golpearlo pero una voz lo detuvo, era Alice cantando- Princesa…-
Camino en silencio tras ella y se perdió en sus pensamientos, esa melodía era la misma que escuchó cuando se conocieron, la misma melodía que lo cautivó porque cuando conoció a Alice, fue la primera vez que logró calmar su sed de sangre.
“”””””””””””””flashback”””””””””””””””””
-Esto es aburrido- terminó diciendo al mismo tiempo que atravesaba la garganta del hombre a sus pies- sangre… roja y tibia sangre-
Caminó entre la pila de cadáveres que se esparcía a su alrededor y se interno en el bosque, había perdido la cuenta de cuantos demonios y humanos había asesinado, todo con tal de ver ese preciado liquido regarse por el suelo. Diviso la casa junto al lago y esbozo una sonrisa, su vida ya no le importaba, por eso se entregaba a los placeres de la sangre y la matanza libre, era conocido y temido por todos, incluso por los miembros de su clan. Luego de meditarlo bajo una lluvia roja decidió que no tendría el valor para acabar con su propia vida así que asesinaría a aquel ser que se la otorgó.
Deslizo la puerta corrediza y acabó con todo aquel que se interponía en su camino, asesino a veinte personas sin inmutarse pero aun no daba con su objetivo final, su madre.
Se dirigió hacia el lago de aguas rojas, tan rojas como el color de su líquido favorito, la sangre. Desde pequeño que se había destacado como un gran maestro del agua, a pesar de ser el segundo hijo tenía todas las posibilidades de convertirse en el siguiente sucesor de su padre pero todos sus deseos desaparecieron cuando se entero de los sucios negocios que hacia su padre y la gente de su clan. Por la superficie eran un apacible clan conocido por su gentileza pero en las sombras eran asesinos sigilosos que actuaban por dinero. Esto le demostró que la hipocresía no era exclusivamente de los humanos como pensaba, si su familia era así no podía esperar nada de otras personas. Siempre le habían inculcado el valor de la honestidad y según su propia moral su familia representaba un peligro para cualquier forma de vida así que simplemente los hizo desaparecer.
Divisó la silueta de su madre junto al lago y se acercó sonriendo, la mujer se volteó al verlo y fijo sus ojos ámbar en su hijo.
-Te esperaba Sebastián-
-Me alegra oírlo madre, ya sabes a que vine ¿verdad?-
-Sí… tu padre estaría orgulloso, has aprendido muy bien, hijo-
-Gracias, dale saludos a mi padre cuando lo veas en el cielo-
Alzó la espada para mirar por última vez a la mujer de cabellos rojizos, al ser que le dio la vida y la causante de sus miserias. Descendió la espada rápidamente y atravesó su pecho sin compasión, tomó el cadáver en sus brazos y lo dejó flotando sobre el lago, dirigió su palma para comenzar a agitar las aguas y el cadáver se perdió en las profundidades. Esquivó una cadena tras él y observó al hombre de cabellos rojizos.
-No te esperaba, Ismael-
-¡¿Qué has hecho?! Asesinaste…a nuestra madre…a papá…- comenzó a llorar- ¡¿Por qué lo hiciste?!-
-No tengo nada contra ti Ismael, vete de aquí-
-Sebastián…-
-Nuestra familia era una vergüenza, predicaban ser buenas personas cuando en verdad solo eran unos asesinos, nos enseñaron a acabar con la escoria, eso hice-
-¡Maldito!-
Lo atacó llorando pero Sebastián lo esquivo fácilmente, apareció tras su hermano mayor y acaricio su mejilla, ese sería el último contacto que tendrían.
-Puedes odiarme si lo deseas, espero hermanito que tú no te ensucies como esos bastardos. Me alegra saber que al menos tú conservas algo de inocencia en este lugar. Adiós-
-Sebastián…-
Desapareció del lugar y los siguientes días se dedicó a vagar por infinidades de lugares. Al cabo de una semana llegó a la conclusión de que no había nada sobre la tierra que valiera su interés, entonces decidió que ya era hora de acabar con todo. Se acercó hasta un barranco y observó como el agua fluía en sus profundidades, siempre se calmaba cuando sentía el agua acariciando suavemente su piel y ahora que se haría uno con ella, le parecía tranquilizante.
Se disponía a saltar cuando un ruido llamo su atención. Se internó en el bosque y distinguió el sonido como una canción, llegó hasta un hermoso lago de aguas cristalinas y vio a una joven que daba vueltas mientras saltaba sobre el agua. Vestía toda de negro pero lo que más llamó su atención fueron sus ojos bicolores, una esmeralda y una joya azul. La joven lo observó sonriendo y apareció frente a él sin dejar de cantar.
-Eres… la princesa oscura- pronuncio Sebastián. La joven dejó de cantar.
-¿Quién eres?- dijo sonriendo.
-Sebastián… ¿Cómo se llama la canción que cantabas?-
-“Si deus me relinquit”-
-Es bastante triste-
-Sí… no cualquiera sabe apreciarla, ¿Aun piensas saltar?-
-¿Qué…?-
-Te vi en el barranco-
-No tengo razones para quedarme aquí… ya perdí todo lo que amaba-
-Hueles a sangre- dijo la joven abrazándolo para luego lamer su cuello- Te gusta la sangre ¿verdad?-
-Sí…-
-Eres la primera persona que no sale corriendo al verme, eso me hace feliz, eres un maestro del agua ¿verdad?-
-Sí…- respondió sorprendido.
-Ven conmigo, el agua puede calmarte y te ayudara a pensar con claridad, incluso cantaré para ti- lo llevó al centro del lago tomando sus manos- Me llamo Alice-
Sebastián se sentó a la orilla del lago para descansar un poco, la joven estaba danzando sobre el agua mientras cantaba. Sebastián fijo sus orbes ámbar en aquella criatura y esbozó una pequeña sonrisa.
“Quizás no sea tan malo si continuo viviendo”
“”””””””””””””fin del flashback””””””””””””””””
Sebastián sintió un suave golpecito en su frente, vio que estaba afuera de la mansión y Alice permanecía de pie observándolo.
-¿Estás bien?-
-Sí… solo estaba perdido en mis pensamientos- sonrió.
-Entremos, los demás ya- no alcanzó a terminar la oración cuando Sebastián la abrazó.
-Déjame quedarme así un momento-
-Actúas extraño Sebastián-
-Canta para mí, esa misma canción que me cautivó cuando nos conocimos-
Alice lo abrazó y comenzó a cantar con su suave voz. Joshua observaba la escena desde el segundo piso, aquella persona le parecía muy frágil, todos en esa casa dependían de una u otra forma de Alice, acarició el vidrio del cristal despacio.
-Todos depende de ti, Alice… ¿De quién dependes tú?-
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