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miércoles, 14 de marzo de 2012

La desaparición de Walloc (parte 2)

Gnomo_atrapado.jpg (245×377)
Ben
Ben era un joven refugiado de quince años. A pesar de su temprana edad era un chico muy maduro, aunque más por obligación, debido a los tiempos que corrían. Ben había presenciado con sus propios ojos como los hakkards asediaban su ciudad, y como su padre, un poderoso mago del ejército real, era ejecutado públicamente por los demonios como ejemplo. Él y su madre, como muchos otros, fueron obligados a huir de su ciudad al ser tomada ésta.
Después de mucho andar, el grupo llegó a una árida llanura de piedras negras y agrietadas por el fuego. No muy lejos de allí, Krey, el nombrado líder del grupo, encontró un bosque que muy probablemente podía ser el bosque Tokoto del Sur. Decidieron acampar allí y proseguir su viaje mañana.
Pero no siguieron viajando mañana. En una reunión que tuvieron ésa noche los adultos se llegó a la cruda conclusión de que ningún pueblo acogería a unos refugiados tal y como estaban las cosas, pues ya tenían bastante con sustentarse a ellos mismos como para poder aceptar a más gente a la que alimentar. Y como el bosque proporcionaba materiales y comida sufrientes, decidieron establecerse allí permanentemente y formar un pueblo. A pesar de las dificultades y las trifulcas con los bandidos lácarus, se podría decir que supieron arreglárselas bien. En cuatro semanas, de dónde una vez no hubo nada, emergía un pueblo con todas las letras. Incluso habían hallado a unos metros una de las ancestrales puertas de piedra, aunque, al no haber ningún mago en el grupo resultaba completamente inútil, pero quedaba bien.
Ben salió un día a dar su paseo matutino por las llanuras. Al rato, pe pareció oír un silbido proveniente del bosque, se volteó y… nada. Mas en el preciso instante en que se dio la vuelta, llegaron, como tres relámpagos. Salieron del bosque y de un salto sobrehumano, se posaron en triángulo a su alrededor. Eran lácarus, una disciplinada raza, aunque formada por bandidos y mercenarios. Nunca nacen magos entre los lácarus, pero desde el preciso instante en que nacen, son instruidos en el arte de la lucha, y todos ellos aprenden a redirigir la energía a sus extremidades para dotarse de una fuerza, agilidad, y rapidez sobrenaturales. Siempre llevan unas mallas negras con bordados púrpura oscuro, llevan la cabeza encapuchada y la zona de la boca tapada, de modo que sólo permite ver sus relucientes ojos de gato. En la chapa dorada de sus cinturones, así como bordado en la frente de la capucha, llevan siempre visible el emblema del clan al que pertenecen, de modo que puedan reconocerse entre ellos.
Los bandidos comenzaron a andar en círculo alrededor de Ben, entonces, el más alto habló:
-Vaya, vaya, parece que un cachorrito se ha separado de la manada.
Al momento, y con una coordinación sorprendente, cada uno desenvainó dos largas y brillantes cimitarras.
-¡Danos todo lo que lleves!- Bramó de nuevo el mismo lácarus. Entonces, sin esperar una respuesta por parte del chico, los tres se abalanzaron contra él, que tan sólo pudo correr por su vida. Algo bastante estúpido, ya que gracias a sus habilidades, los lácarus podían superar en velocidad a cualquier criatura de Uribandi, salvo, tal vez, a los veloces lobos alados immarth. Además, ésos tres parecían incluso divertirse persiguiendo a su desesperada presa.
Entonces sucedió lo que ninguno de ellos esperaba. Justamente entre Ben y el trío de ladrones se desató un verdadero infierno. Unas llamas que ardían como mil demonios detuvieron a los atónitos lácarus, hecho que Ben aprovechó para correr hasta un lugar seguro y alejado desde dónde pudiera ver lo que sucedía. El fuego se fue agrupando poco a poco, hasta que pudieron distinguirse cinco figuras amorfas hechas de puro fuego. Los lácarus trataron de huir, pero reaccionaron tarde, ahora el fuego los rodeaba y las figuras los envolvieron por completo, calcinando cada célula de sus cuerpos. En poco menos de un minuto, los gritos desgarradores de los bandidos se acallaron, luego, los espectros se apartaron y se disolvieron lentamente, separándose y regresando a su estado latiente. Al joven Ben, que había observado la escena horrorizado se le heló la sangre. Cunando volvió en si, corrió como alma que lleva el diablo de vuelta al pueblo. Tenía que advertir a todo el mundo. La gente lo debía saberlo. Corrían un terrible peligro.

1 comentario:

  1. Excelente continuacion yq ue buena respuesta de huida de ben, algunos se hubieran quedado ahi sin siquiera mover un musculo XD

    Y como unpequeño detalle, las letras terminan al final de cada oracion, quizas cambiando el formato de letra se lean completas. excelente!

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