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lunes, 19 de marzo de 2012

Yami no matsuei (2)


Dulce como un caramelo.

Alice dirigió su mirada hacia su inesperada visita, era una joven de cabellos negros y hermosos ojos amatistas, un abrigo negro la cubría y estaba empapada de pies a cabeza por la indolente lluvia. Eliot se levantó con una gran sonrisa y observó a la joven de pies a cabeza.

-Que linda eres, ¿Cómo te llamas?-

-Yo…-

-¿Eres de aquí? ¿Qué haces bajo está lluvia? ¿Te perdiste?-

-Ya basta Eliot- dijo la joven- ¿Qué haces aquí?- interrogó Alice.

-Me perdí… en el bosque, la lluvia me atrapó a mitad de camino y no sabía a dónde ir-

-Ya veo, ven conmigo, tienes que cambiarte de ropa-

-No es necesario, estoy bien-

-Vamos, no te hice una pregunta-

Alice se la llevó escaleras arriba y le indicó que entrara a su habitación, la dejó para que se bañara mientras iba por algo de ropa, sacó un vestido blanco con pequeñas rosas azules y se la dio para que se cambiara. Se quedó mirando como la lluvia azotaba con fuerza el suelo donde caía, un fuerte estruendo rompió el sonido uniforme de las gotas cayendo, se llevó las manos a la cabeza mientras algunas lágrimas se deslizaban por sus mejillas, sintió unas manos que la rodeaban por atrás y junto con el ruido del segundo trueno rasgando el aire se desmayó.

Caín permanecía sentado al borde de la cama procurando no incomodar a la joven que dormía. Sebastián esbozo una sonrisa mientras observaba a su misteriosa invitada.

-Creo que ya es hora de decirnos tu nombre, señorita-

-Soy… Nina…-respondió nerviosa- ¿Ella estará bien?-

-Claro- dijo Eliot llevándose una pastilla de naranja a la boca- Solo está algo débil porque no ha comido bien-

Sebastián sonrió observando a la joven, antes de que pudiera decir algo, Eliot la tomó de la mano y sacó de la habitación llevándola al cuarto contiguo. Le indicó que entrara y se quedó en el umbral de la puerta.

-Puedes quedarte aquí, debes estar cansada y Alice no despertará hasta después del almuerzo-

-Gracias, cuando la lluvia se detenga me iré-

-No te preocupes Nina, es agradable tener una mujer aquí, como ves somos cuatro hombres y Alice- dijo con una sonrisa-No me malentiendas pero es bueno tener una cara bonita por aquí, ten- le entregó unos dulces- Descansa-

Aguardó una hora hasta que escuchó unos pasos que se iban escaleras abajo. Cuando por fin se aseguró de que solo había una presencia en el segundo piso salió de su habitación y entró a la de Alice. La joven dormía tranquilamente sobre la cama con la ropa puesta, se acercó sacando un cuchillo de entre sus ropas y caminó hasta quedar frente a ella. Alzó la mano para dirigir el cuchillo al pecho de la joven y lo clavó con fuerza mientras sonreía satisfecha.

-Lo hice- dijo en un murmullo- Acabe con ella-

-No estaría tan segura- respondió la joven observándola- ¿y bien Nina? Quítate esa ridícula peluca y muéstrate-

La joven retrocedió hasta chocar contra la pared. Alice caminó hacia ella con sus pies descalzos y le quito la peluca dejando al descubierto su cabellera castaño oscuro y el hecho de que era un hombre.

-Eso te queda mejor, ¿Quién eres?-

-Yo…-

-No tengo planeado matarte, lo hubiera hecho en cuanto nos quedamos a solas-

-Soy… Joshua…-

-¿Vienes a matarme?-

-Yo…-

-¿Quién te envía?-

-Eso… es- no alcanzo a terminar la oración cuando la joven se desplomó sobre él- Alice…-

-Que mal, creo que estaba más débil de lo que pensaba, esta es tu oportunidad Joshua… mátame o luego te arrepentirás de no hacerlo-

El joven la observaba sin moverse, la joven parecía una muñeca en sus brazos, ahora tenía todas las cosas a su favor, los tres hombres se encontraban en el primer piso y Alice no era capaz de usar sus poderes para defenderse. Llevó sus manos al frágil y pálido cuello de la joven, solo debía presionar, presionar con fuerza y esa eterna vida se esfumaría de la faz de la tierra. Muchos demonios se lo agradecerían y más aun su padre. Si lograba acabar con Alice obtendría el tan preciado y esquivo cariño de su progenitor.

Fijó su vista en los bicolores de Alice y cuando un trueno rompió el silencio creado por la lluvia y sus respiraciones, lagrimas caían por esas mejillas pálidas. Un extraño sentimiento lo invadió, su mente ya no supo de razones y sus dedos acariciaron los pálidos labios de la joven.

-Estás débil porque no has comido, eso dijo Eliot-

-¿Y?-

-SI no comes tu cuerpo morirá, hay muchos demonios que serian felices si murieras-

-Haz lo que viniste a hacer-

-Me advirtieron… él me dijo que no te mirara a los ojos…- la cargó hasta la cama y la recostó con suavidad, la tomó por la nuca y dejó su boca contra su cuello- Adelante… mi sangre puede ayudarte a calmar tu hambre-

Alice solo cerró los ojos, se detestaba por ser un demonio, lo único que había conseguido con sus actos era causar la muerte del único ser que amaba. A pesar de que vivía con cuatro demonios nunca había tomado la sangre de ninguno, se conformaba con alimentarse de esos demonios menores que intentaban matarla. Llevó su mano a la mejilla de Joshua, se sorprendió al sentir lo suave de aquella piel, justo como la de aquella persona, abrió ligeramente la boca enseñando sus colmillos, se disponía a beber cuando escuchó esas palabras, las mismas que la atormentaban día y noche.

“Eres un moustro, es tu culpa que ese hombre este muerto, después de todo ninguna basura hibrida puede tocar a un demonio, mucho menos a alguien de tu nivel Alice… nunca lo olvides, quien selló el destino de ese infeliz y lo condenó a morir fuiste tú, lo mataste por el mero hecho de ser tu”

Dejó caer su mano a un lado y desistió de su intento por beber la sangre que se le ofrecía tan sumisamente. Joshua se percató de esto y la observó confundido, su padre le había dicho que ella era un demonio sedienta de sangre, dispuesta a acabar con cualquier forma de vida que hubiera a su alrededor pero todo lo que veía era una débil mujer que no se atrevía a tomar una gota de su sangre. Comenzó a cuestionarse severamente los dichos de su padre, ¿acaso le había mentido?

Movió su mano un poco y sintió algo frio, el cuchillo aun permanecía en el pecho de Alice, lo removió con cuidado y lo arrojó a un lado de la habitación. Se mordió el labio con fuerza hasta que consiguió hacerlo sangrar, levantó a Alice con cuidado y le dio un suave besó con sabor al preciado liquido rojo. La joven quiso apartarlo, luchó por alejar a la presa que se le ofrecía devotamente pero sus esfuerzos fueron inútiles, llevaba demasiados días sin comer y el hambre era incontrolable. Fácilmente penetró la piel del joven hasta saborear el rojo elixir mágico que de a poco se llevó su malestar. Joshua solo permanecía quieto sosteniéndola, como si fuera un perro fiel junto a su amo que lo necesita, hasta el último momento, hasta el último instante vio las lágrimas brotando por esos orbes bicolores y con un extraño sentimiento se desmayó.

Caín daba vueltas por la cocina y se frotaba las manos con inquietud, había percibido el aroma de la sangre de Alice pero no podía subir, la joven había decidido que las cosas tomaran ese rumbo y solo le quedaba obedecer. Sebastián posó su mano en el hombro del joven de cabellos rubios mientras sonreía.

-Tranquilo, hay sangre pero la princesa no ha muerto, incluso diría que su presencia se siente más fuerte-dijo al mismo tiempo que pasaba una de sus cuchillas por el cuello de Caín.

-Aparta eso de mí, no es tiempo de estar jugando-

-Alice sabe lo que hace- dijo Eliot mientras comía un chocolate- si algo malo pasara nos hubiera llamado-

-¿Y si está herida?-

-No te preocupes, ella no morirá tan fácilmente, además…- sostuvo una pastilla roja en su mano derecha y la rompió dejando caer los pedazos- Ninguno de nosotros la dejaría morir-

Sebastián asintió jugando con los cuchillos y haciéndose pequeños cortes en cada uno de sus dedos. Caín dio un débil asentimiento y se sentó en el primer peldaño de la escalera, solo podía esperar a que todo estuviera bien.

Alice depositó el cuerpo inmóvil del joven sobre la cama y lamió la herida para hacer que cicatrizara por completo. Dio unos pasos hasta la ventana y se quedó contemplando la implacable lluvia, ya no sentía hambre ni los pensamientos oscuros la atormentaban.

Se llevó una de las pastillas que le había dado Eliot y la saboreó un poco en su boca, luego de unos segundos la escupió al suelo y se arrodilló bajo la ventana.

-Esto no está bien- se tocó los labios- Es la segunda vez que pruebo una sangre tan dulce-

1 comentario:

  1. Muy bien, te felicito, me encanto, y me identifique con alice, o mejor con lo que le dice... somos monstruos híbridos...
    besotes.

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