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sábado, 3 de marzo de 2012

El yo aniquilado


Con un afilado cuchillo en la mano, sentada sobre la taza del wáter, Violeta concluyó que era demasiado cobarde como para quitarse la vida. Alzó la cabeza y vio su reflejo en el espejo. Incapaz de soportarse, llena de furia y desesperación, arremetió contra su reflejo. Con el primer cuchillazo el espejo se fragmentó, y la imagen de Violeta, todavía nítida, se multiplicó. Violeta, desesperada ante la insoportable condena de no salir de sí misma, acuchilló cada uno de los pedazos, cada vez más pequeños, que al romperse todavía multiplicaban más su reflejo, dividiendo su yo en millones de yoes que se esparcían por todo el cuarto de baño. Fuera de sí, volvió a mirarse al espejo y por primera vez no se reconoció. Se había aniquilado, no existía, no era nada. Una repentina sensación de paz le embargó. Se sintió ligera, como si la gravedad ya no tuviera ningún poder sobre ella. Comenzó a girar sobre sí misma, cada vez más rápido, y al instante se abrió un vórtice en el marco del espejo, que la succionó girando como un remolino. Dos seres luminosos la recibieron al final del túnel y la condujeron a una pirámide de luz. Subieron en un ascensor ultrarrápido que les transportó a la cúspide de la pirámide, donde se encontraba una pequeña salita cerrada con llave. Entraron y obsequiaron a Violeta con un ojo de Horus. Violeta realizó el camino de vuelta y cuando se acercó de nuevo al túnel, una fuerza magnética la arrastró y se dejó caer en espiral hasta volver a su cuerpo. Un profundo sopor la invadió y durmió durante muchas horas.

Cuando despertó se encontraba especialmente pesada y lenta, como si tuviera la densidad de un elefante. Sin embargo, apenas podía reconocerse. No había rastro de la angustia perenne que durante tantos años había acompañado su trayectoria. En su lugar una inmensurable paz, una ausencia de sí misma, había sustituido su presencia. La cama le resulto fría e inhóspita y un sentimiento de no estar en un lugar familiar le obligó a abrir los ojos. Para su sorpresa estaba en la habitación de un hospital. ¿Habría tenido un accidente? Miró hacia la derecha y vio rejas en las ventanas.

Una enfermera irrumpió en la habitación portando una bandeja con el desayuno. Para sorpresa de Violeta, la enfermera estaba rodeada por un halo de luces de colores, entre los que predominaba el verde. Sin embargo, una densidad oscura retenía la luz a la altura del estómago.

La enfermera se acercó amorosamente a Violeta. Ésta aprovechó para preguntarle qué había ocurrido. –Has tenido una crisis, cielo, ahora todo está bien –respondió mientras le acariciaba la cabeza.

Al instante la enfermera se sintió indispuesta y corrió al lavabo para vomitar.

3 comentarios:

  1. Francamente estupendo Sakmet, una prosa ligera y cuidada, buen argumento. I like it!!!

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  2. Es el primer relato tuyo que he leido y esta muy bueno. Felicidades. me gusto esa parte de multiplicar los yo en el espejo roto :)

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  3. Me gusto mucho la primera parte, describes perfectamente las crisis de identidad, interesante cosmovision la que presentas. Felicitaciones.

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