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domingo, 18 de marzo de 2012

La desaparición de Walloc (parte 3 y última)

Gnomo_atrapado.jpg (245×377)

Ben llegó a Walloc casi sin aliento, aunque aún tenía fuerzas para gritar.
-¡Corred! ¡Espectros!
Mientras corría, se chocó de golpe contra Gurd, un geostra que formaba parte de los refugiados. Los geostra son unos enormes seres con una piel muy dura y repleta de rocas incrustadas, de modo que al chico le dolió bastante.
-¡Eh! ¡Cuidado chico! Por poco te partes la nariz. ¿Qué haces gritando de esa forma?
-He visto elementales. En la llanura. ¡Tiene que creerme!
Gurd lo estuvo meditando un rato, (aunque no lo parezca, los geostra son una raza sumamente inteligente) y finalmente asintió.
-Ya nos temíamos que algo así podía ocurrir, pero lo principal es no alarmarse. Ven, te llevaré a ver a Krey, a él también le preocupaba el tema. Cuéntale lo que has visto.
Ben asintió y le sonrió. Le caía bien  Gurd, no era como los demás geostra. Normalmente son una raza de burgueses, comerciantes ricos que sobreviven gracias a su cobardía, egoísmo, y capacidad para cambiar de bando hacia el más fuerte a la velocidad de un lácarus. En cuanto los hakkards hubieran invadido todo el reino, los geostra se dedicarían a ganarse una paga extra con los sobornos recibidos por delatar a rebeldes a los que previamente habrían cobrado otro dineral por esconderlos. Generalmente son unos seres despreciables. Pero Gurd era distinto, los hakkards habían asesinado a su esposa al entrar en el valle de Trúmalon dónde habitan los geostra. Desde aquél entonces Gurd se negó rotundamente a ayudar de ninguna forma a los demonios.
Entraron en la choza de Krey, una simple cabaña de madera, con lo básico y muy poca decoración, una mesa con sillas, una cama, una cocina de runas arcanas y una pequeña estantería repleta de antiguos tratados élficos. Gurd se avanzó:
-¡Eh! ¡Krey! Lo que nos temíamos finalmente ha sucedido.- Señaló a Ben con el pulgar- El chico ha visto elementales en la llanura.
Krey salió de entre las sombras que reinaban su casa. Era un elfo, uno de los poquísimos supervivientes del genocidio en masa que los hakkards concentraban especialmente en su raza. Sus orejas eran puntiagudas, aunque no tanto como se cuenta en los cuentos para niños, y sus pupilas eran tan grandes que sus ojos casi parecían dos grandes perlas negras. Llevaba su larga cabellera plateada recogida enana cola que le llegaba por la cintura. Había muchos rumores en el pueblo que decían que Krey era mago, pues, es por todos sabido que nacen muchísimos mas magos entre los elfos que en cualquier raza, pero decían que le sucedió algo en el pasado que le hizo prometerse a si mismo no volver a usar magia.
-Ya veo- Su voz era profunda, pero a la vez jovial y amable- Venid, sentaos, y tú, Ben, cuéntamelo todo.
Se sentaron y Ben le contó lo sucedido en las llanuras de ceniza. Krey escuchó atentamente todo el tiempo, sin hacer preguntas. A veces, si algo le sorprendía, sus pupilas se dilataban (aún más), lo que le confería un aspecto casi siniestro. Cuando el chico terminó, suspiró.
-Tal vez a esa distancia ya no te sentían y por eso no te siguieron. Pero su número es lo realmente preocupante, se formaron cinco de ellos tan solo en tu área.Y todo por mi culpa.- Se puso las manos en la cabeza y comenzó a temblar. – Sabía perfectamente que había magia del fuego, pero nunca imaginé que hubiera tanta. Hoy habrá una fiesta para celebrar que el pueblo ya está terminado. ¡Habrá una hoguera!- Ben lo miró con esa cara que ponen los jóvenes cuando no entienden li que les dicen los adultos. Krey volvió a suspirar. –El fuego atraerá a los espectros. ¡Maldita sea!
Después de mucho discutir, optaron por cancelar la celebración, y así se hizo (con una falsa excusa para no alarmar a la población). Pero hay algo en lo que nadie pensó. Ése día, todas las casas de Walloc estuvieron por fin listas, cada una con su respectiva chimenea, y, por primera vez en la corta história del pueblo, se encendieron dichas chimenea. Treinta fuegos ardiendo al mismo tiempo… tan brillantes… tan cálidos… tan acogedores.
Nadie advirtió cuando las primeras chispas llegaros. De hecho, no fue hasta que los niños dijeron asustados que habían visto a hombres de fuego pasearse por las calles cuando corrieron las primeras voces de alarma. Pero ya era tarde, en cuanto la gente salió a ver qué pasaba, la mitad de las casas ya estaban envueltas en llamas.
El fuego se extendía a medida que más y más elementales llegaban. Al final se contaban más de cien. Krey y unos cuantos hombres armados salieron a luchar, entre ellos estaba Gurd (algo sorprendente, ya que los geostra le tienen una fobia horripilante al fuego). Pero en el preciso instante en que sus espadas rozaban a los espectros, el fuego los envolvía hasta no dejar nada. Entonces, krey se desató la cola, extendió las manos hacia los elementales y cerró los ojos. En cuanto los abrió, su cabello levito hacia atrás y de sus ojos brotó una intensa luz zafiro. Todo aquello que había delante de él quedó completamente congelado, un mar de estalagmitas glaciales se extendió ante él. Pero entonces, todo el hielo se evaporó, y los espectros se lanzaron contra él, que llegó al final de sus días entre gritos típicos de aquél que está mirando cara a cara al mismo demonio.
La gente corría en un frenesí de puro terror. Las casas desaparecían entre las llamas. Mujeres y niños quedaban acorralados por los espectros, algunos incluso se arrodillaban ante los ignorantes monstruos, suplicando entre sollozos que se fueran. Pero los elementales se limitaban a mirarlos, a ladear la cabeza, confusos, y a proseguir con la masacre. Si ellos supieran, si fuesen conscientes del dolor que causaban, probablemente llorarían, tal vez muchos se suicidarían. Pero no lo sabían, así que de nada sirvieron las súplicas, los lloros, o los golpes desesperados.
En pocos minutos, poco menos de una hora, el pueblo entero había quedado consumido, y ahora ya sólo quedaba una inmensa hoguera humeante.
De repente, una sombra emergió de las llamas, era Ben, o lo que quedaba de él. Moribundo  completamente desfigurado, el chico huyó lo mas lejos que pudo. Increíblemente, el agonizante muchacho logró cruzar el bosque entero y llegó incluso hasta la ciudad portuaria Konrout. Allí, un anciano mago lo encontró, vagando sin rumbo, lo llevó a su casa y le pidió que le contara lo que había pasado. El pobre Ben tan sólo fue capaz de balbucear un par de palabras antes de caer muerto. El mago lo enterró dignamente en una tumba sin nombre en el cementerio de Konrout. Pero su inmensa curiosidad le obligó a usar antes la poderosa magia del tiempo ene l cuerpo inerte del chico, lo que le permitió conocer la realidad de ésta historia, y escribir  estas líneas para que trascendieran los muros de las edades. Y que, así, todas las generaciones supieran qué y cómo sucedió la misteriosa desaparición de Walloc.

2 comentarios:

  1. vaya, al igual qeu la primera vez que lo lei me hubiera gustado qeu el mago lo hubiera podido curar, lastima... al terminar de leer esta historia recordé que habias mencionado una de dragones, esa la publicaras tambien??
    Excelente historia, corta en capitulos y deja gusto a mas :)

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  2. Siiiiiiii yo tambien esperaba absurdamente lo sé que hubiera cura... pero bueno, una magnifica historia como siempre,y siempre dan deseos de mas.
    Besos.

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