Zac el nigromante (7)
Demi-makai
No se puede paralizar a un demi-makai con un pentagrama básico, lo rompen en seguida antes de que pueda retenerlos. Pero en el campo de hechizos por simbolismo existen cientos de dibujos básicos, que al combinarse se generan miles de conjuros más complejos.
Existe una runa en concreto que abre un portal directo a un mar de olas negras que corroen lentamente todo aquello que mojan hasta desintegrarlo. Pero toma su tiempo en abrirse una vez activado, y, aún si se usa junto a una runa de parálisis, el pentagrama completo de los dos juntos es largo de trazar. La especialidad de Germain es la pelea por símbolos; estaba acostumbrado a trazar sus complicadas trampas mientras los soldados de las fuerzas de seguridad ganaban tiempo con el enemigo. Viéndose como el único superviviente de los suyos, no tenía tiempo de comenzar a trazar antes de que el demi-makai lo encontrase. Pero ahora sería distinto, si realmente Zac era tan bueno como alardeaba, tal vez tuvieran una oportunidad.
Al chico no le costó nada encontrar al monstruo; simplemente siguió el rastro de unos espantosos alaridos de terror… y ahí estaba, en un sucio y apestoso callejón, detrás de un contenedor de basura; devorando el cuerpo de lo que antes tenía pinta de haber sido algún tipo de empresario. (o empresaria, es difícil de distinguir cuando se tiene medio cuerpo en las deformes fauces de un animal con ese). Al sentirlo el demi-makai se giró y paralizó a Zac con la espantosa visión de su único ojo, observando, clavándose, penetrando en su mente, dentro… profundo… En cuando Zac volvió en si, la bestia ya se encontraba en medio de un salto, a poco más de un metro de su alcance, las dagas que tenía por garras levantadas en posición ofensiva. Se retiró justo a tiempo para evitar el zarpazo, por un segundo creyó ver sus tripas desparramadas en el suelo.
Con un movimiento de brazo del joven nigromante, una hilera de cuchillas en horizontal se clavaron en diversas partes del tórax del demi-makai, que retrocedió un paso antes de que su cuerpo comenzase a absorberlas como si fuese gelatina y acto seguido cargó de nuevo contra Zac, que subió hasta un tejado en la forma de sombra y comenzó a lanzar esferas púrpuras que nacían de sus manos. Solo tres de los diez proyectiles acertaron, y el oscuro ser ni se inmutó; saltó hacia Zac, que brincó a su vez hacia atrás; allí echó sus dos brazos hacia atrás, cerró los puños en torno a las llameantes esferas que se formaron en sus palmas y lanzó dos de sus cohetes rastreadores. A pesar de que no le hizo ninguna falsa esa particularidad, pues el demi-makai ni se apartó siquiera; agarró las esferas en pleno vuelo y las lanzó contra la calle, donde el impacto las hizo estallar en un gran estruendo antes de que pudieran re-direccionarse hacia él. EN su agotamiento, Zac estaba también atónito, y, aunque jamás lo admitiría, muy, muy asustado.
El monstruo avanzaba entre carcajadas; el chico se veía acorralado, impotente. Entonces afloró: ese sentimiento que aparece a veces ante la desesperación que nos obliga a atacar, sólo atacar, sin plan, sin tácticas… sin esperanza… solo instinto. Cunado Zac se quiso dar cuenta, tenía su espada de azabache en las manos y acometía sin descanso contra la criatura, que bloqueaba cada golpe con sus garras, sin importarle demasiado la casi inexistente amenaza que el chico suponía. Finalmente, el demi-makai le asestó un golpe con el dorso de la mano y el joven cayó bruscamente al suelo; su agotamiento lo había obligado a deshacer el arma.
Cuando ya estaba todo perdido, cuando el muchacho ya tenía más que asumido lo que el siguiente zarpazo iba a significar, llegó, la señal. Un halcón negro apareció el cielo y se lanzó en picado contra el pecho de la bestia, donde estalló en una oleada de luz que la aturdió por varios segundos.
Esa era la señal, la runa ya estaba lista. Sólo había que guiar a esa cosa hasta su perdición y todo habría acabado. Zac se transmutó en una nube oscura y alzó el vuelo hasta el casi abandonado aparcamiento (solo accesible por un par de calles estrechas y mugrientas) donde Germain elaboraba su obra. Desde los cielos vio el dibujo, era enorme. La parálisis avanzada consistía en una estrella de diez puntas en vez de cinco y sobre ese dibujo había otro, en la runa superpuesta se distinguían dos líneas onduladas en vertical, cruzadas por otras dos en horizontal (cabe decir que cada línea tenía, exactamente tres ondulaciones, ni una más, ni una menos).
En pleno vuelo, Zac (o la nube que ahora era) fue alcanzado por una centella oscura salida del índice del demi-makai. Esta lo travesó por completo e incluso alcanzó el pavimento, donde dejó un agujero humeante muy profundo.
El impacto devolvió a Zac automáticamente a su forma original y tuvo la suerte de ser agarrado por Germain antes de caer. En el hombro derecho tenía un agujero del diámetro de una moneda. Aunque no parecía grave, era increíblemente doloroso.
-Procura tener más cuidado, esto te va a doler mucho, aunque no creo que te mueras por ello, petit garçon, lo cauterizaré y cuando esto termine veremos que se puede hacer.
Mientras la bestia se aproximaba, el francés cauterizó la herida tan deprisa como podía hasta que dejó de sangrar.
En cuanto en demi-makai puso un pié en los símbolos; de Robespierre creó una esfera en su mano y la aplastó contra el suelo para activarlos. Primero vinieron los clásicos rayos púrpura paralizantes, pero mucho más frecuentes e intensos. Y después, de cinco de las puntas de la estrella emergieron cinco cadenas terminadas en punta de lanza que se clavaron en la carne negra del monstruo i comenzaron a dar vueltas a su alrededor, estrechándose cada vez más; para luego impregnarse de corriente. Acto seguido, a sus pies comenzó a formarse un remolino creciente. A medida que de ensanchaba, en el centro se veía, cada vez más nítido, el embravecido oleaje negro que caracterizaba el otro lado del portal, y que ya comenzaba a salpicar los tobillos del demi-makai.
-Cuando el portal sea lo bastante grande, soltamos las cadenas, lo arrojamos a aquél infierno ácido y cerramos la única vía de escape. ¡Esto es por mi maestro, monstruo!
El ojo de la criatura estaba más abierto que nunca, en una expresión que debía de ser lo más parecido que podía reproducir al terror. Se agitaba violentamente (toda una proeza teniendo en cuenta el conjuro de parálisis) mientras contemplaba la creciente marea. Debía de faltar poco más de un minuto para que la bestia cupiera por el agujero cuando sucedió lo impensable. Resultó que el hoyo abierto en el suelo pasaba muy cerca, casi rozando, de un trazo del sello paralizante. En principio no tenía por que pasar nada de no ser porque, la inmensa energía que fluía por los trazos, de vez en cuando salta, creando pequeñas explosiones. A pesar de lo pequeñas que son, una de ellas fue lo bastante potente como para caer en el agujero (de haber sido suelo llano, lo más seguro es que no sucediese nada, pero los agujeros tienden a ensancharse). La grieta resultante interrumpió el flujo de energía y las cadenas, así como los relámpagos, se desvanecieron.
El demi-makai quedó suspendido con las piernas estiradas, una en cada extremo del límite del portal. Desde esa posición realizó un brinco torpe hacia delante, no sin evitar ser alcanzado por una ola especialmente alta que lo dejó en el suelo entre quejidos de dolor. El portal tampoco tardó demasiado en desaparecer por completo.
-¡Corre! ¡Matémoslo ahora! Quien sabe cuando volveremos a tener una oportunidad ahora que se ha liberado.
Zac materializó de nuevo su hoja y se dispuso a ensartar la cabeza del ser cuando este la levantó. Su cara había quedado aún más deformada, si cabe. El caparazón sólido que antes cubría su ojo estaba derretido. Y en el centro, detrás del cristal fundido que lo formaba había algo, algo blando… palpitando… insuflando vida a aquél cuerpo nacido del horror. El demi-makai aulló de dolor, era un sonido chirriante, como si se sajase una pizarra con un trozo de metal, y que obligó al chico a echarse atrás mientras este brincaba hasta Germain, quien lo apartó bruscamente con su lanza recién invocada y se dispuso a comenzar con un nuevo dibujo.
-¡Garçon! Entretenlo sólo un poco más. Solo quiero paralizarlo. Si se está quieto podremos atravesarle el ojo ahora que no está tan duro.
El monstruo volvió a cargar contra el nigromante francés, pero fue embestido por un enorme puño negro que crecía de la sombra de Zac. Se levantó de un salto impresionante con el que aterrizó frente al muchacho, al que abofeteó con tanta fuerza que lo proyectó contra el muro de un bloque de pisos contra el que chocó con un sonido de crujir de huesos. Su mejilla izquierda sangraba a borbotones por cinco cortes casi paralelos que la cruzaban entera. <<Oh, dios mío. ¿Qué he hecho?>> Pensó al mirar a esa bestia abalanzarse con ansia asesina. << ¿Cómo he terminado aquí? ¿Por qué demonios tuve que aceptar?>> Otro manotazo, esta vez en la mejilla derecha. Zac cayó al suelo, y fue arrastrado como diez metros, rozando contra el pavimento los cortes de su mejilla izquierda hasta que la inercia le hizo perder velocidad. El dolor era insufrible; esa cosa pegaba muy fuerte, tan fuerte que ahora tenía también en la derecha los cinco profundos arañazos de sus garras.
Mientras oía esos pasos acercarse hacia él, lo abordó un terror nuevo; un miedo que nunca, en su vida, había sentido; tal vez porque nunca lo había creído posible. Por primera vez desde que podía recordar, Zacarías Prat temió por su vida. <<Luci… lo… siento.>> El demi-makai se acercó lentamente a él, que estaba encogido en el suelo y ya se disponía a acabar con esto cuando sintió un fuerte pinchazo. Tenía una larga flecha negra clavada en el cuello. Se la arrancó, se puso a cuatro patas y corrió enloquecido hacia Germain, que estaba preparado para activar el sello en cuanto le pusiera un pié encima. Pero el monstruo fue más rápido que él. Apenas tocó el sello para darse un último impulso hacia el francés, al que propinó una patada ene l estómago que lo hizo estrellarse contra el parabrisas de un coche cercano. El demi-makai se reía enloquecido dentor del círculo. Tan grande era su éxtasis que no escuchó los agónicos pasos a sus espaldas, por lo que la sorpresa fue aún mayor para él al ver los símbolos iluminarse a su alrededor y fue encadenado. Y mayor aún cuando en el poco tiempo que tuvo para voltearse se encontró frente a frente con un Zac al borde del desfallecimiento; la cara completamente teñida de rojo. Alzó su espada e hizo acto de clavar, pero no encontró nada, la distancia era demasiado larga y él ya no tenía fuerzas para dar un solo paso. Rió un poco entre dientes.
-Menos mal que no es una espada corriente, ¿no crees?
A un chasquido de sus dedos, la hoja se alargó hasta dejar al monstruo clavado contra la pared del bloque de enfrente, con la punta hundida en el ojo.
Zac desvaneció su arma y se balanceó hacia delante. Afortunadamente, fue recogido por Germain por segunda vez en ese día.
-¡Mon dieau! A mi me ha dolido. ¡Pero tú! ¡Tú tuenes suerte de seguir con vida!
Sanó las heridas tan bien como supo, aunque solo sirvió para mejorar un poco las más graves y reducir el cansancio del chico.
-Esto es todo lo que puedo hacer. Lo siento, aunque creo que el resto de heridas solo necesitan reposo y desinfectante. Mandaré un mensaje a los tuyos conforme hemos cumplido la misión. Pero tú te quedas aquí. No estás en condiciones de viajar, Zac.
El joven se incorporó con un esbozo de sonrisa en los labios
-Bueno, parece que todo ha term…
La sangre salpicó el suelo. El demi-makai se había movido, más que eso. Ahora tenía sus horripilantes dientes aferrados con saña al costado de Zac. Mordía con un frenesí animal mientras el muchacho lo miraba sorprendido y paralizado de terror.
Finalmente reaccionó, lo golpeó con todas sus fuerzas en el centro del ojo, con el puño lleno de pequeñas esferas negras que hizo estallar en plena cara del monstruo. Este soltó a Zac, retrocedió tres pasos y por fin cayó al suelo, donde se derritió en un charco de lodo negro alrededor del ojo agrietado, que terminó por quedar reducido a polvo púrpura en el charco.
-¿Estás bien?
Pero Zac no respondía. Estaba arrodillado, encogido, cubriéndose la herida mientras musitaba entre espasmos.
-Duele… duele… duele, duele ¡duele! ¡¡¡DUELEEEEEE!!!
Se levantó se golpe, agarrándose la cabeza con las manos. Entonces Germain lo vio: La zona del mordisco sangraba, mucho, y de las marcas de los dientes salían una especie de tentáculos negros que se iban extendiendo por la superficie de su piel.
Zac chillaba como si le estuvieran rebanando un brazo allí mismo. Terminó tumbado en el suelo en postura fetal mientras aullaba de la forma más espeluznante que se pueda gritar, agonizando entre espasmos
Mas que Genial amigo, lo lei el otro dia y no lo creia, me diverti muchisimo, pero que esperassss que no me das otro cap ese hombre ahi sufriendoo y tu ahi sentado sin hacer nada por salvarle jeje Vamos Dios... tu puedes.
ResponderEliminarPor cierto, pa cuando el glosario de criaturas, esta genial este trabajo tuyo, asi empezo tolken y ya vez...
Un besote gigante, salvaloooooo
Pero yaaaaaaa....!!!!!
ResponderEliminarHahahaha!!! Siempre he odiado el suspense al final de un cap. Tal vez es por eso que me gusta tato ahora que estoy al otro lado de la historia. XDD
EliminarQue capitulo, Muy emocionante interesante y la pelea estuvo genial, se me ocurre un posible escenario de lo que ocurrirá pero espero que no sea así, el pobre chico debe ganarle a esa cosa. Estupendo capitulo, espero el siguiente :)
ResponderEliminarPD: No te olvides de lucí, la chica igual puede ayudar, si Zac quiere verla que aparezca son tan rápidos estos chicos que en cinco minutos llegaría a verlo XD