Es increíble el poder que tiene el tiempo de curarlo todo. Ya hace dos años que pasó todo y parece que fue ayer cuando mis ojos derramaban lágrimas por ti antes de ver de nuevo el amanecer. Ha llovido mucho desde entonces, pero no puedo evitar preguntarme qué habría sido de nosotros de no haber cogido tu avión aquel verano. Fui yo la que te impulsó a hacerlo, tú no querías separarte de mi pero yo te convencí diciéndote que sería una experiencia fantástica. Conocerías gente nueva, ambientes distintos... yo prometí esperarte y soñarte cada noche. Y la de vueltas que da la vida... que finalmente a pesar de no querer irte dos meses más tarde no querías regresar. ¿La causa? Ella.
Sí, fui yo aquella maravillosa novia que te echaba de menos cada vez que miraba al cielo y veía las estelas que dejaban los aviones al pasar. Fui yo la que abrazada a tu peluche intentaba recordar lo calurosos que eran tus abrazos. Fui yo la que te compró un regalo en vacaciones y hubo de guardarlo entre la multitud de objetos olvidados de mi habitación. Fui yo la que estúpidamente se quedaba despierta por las noches divagando acerca de qué estarías haciendo como consecuencia del cambio horario entre tu situación y la mía. Pensaba que estabas tomando unos ricos cereales con leche, que estabas aprendiendo a pronunciar rascacielos en inglés o que estabas aprendiendo a tocar la guitarra... pero jamás imaginé que te estabas dedicando a conocerla a ella y que por cada vez que yo susurraba en sueños tu nombre tú le susurrabas el suyo en su oído.
A día de hoy, creo que nadie ha conseguido hacerme llorar tanto como lo hiciste tú, porque nadie me dejó tantas cicatrices como tú. Porque lo peor de todo no fue tener que quererte con el corazón roto a distancia, sino que tuve que aprender a contener mi llanto cada vez que me encontraba con tus ojos a tu vuelta. Pero todo eso ya pasó, y los ojos tristes pasaron a ser grandes sonrisas. Hubo un tiempo en que llegué a creer que podríamos retomar la relación allí donde la dejamos justo antes de empezar a amarnos, en el punto exacto donde la camaradería se convierte en amistad pura. Pero claro, tuvo que pasar medio año a que te dignaras a pedirme perdón y ni siquiera tuviste la agallas de decírmelo cara a cara... Algo así no se puede olvidar fácilmente y aunque yo te haya perdonado... seamos sinceros, jamás habría dado resultado ningún intento que fuera más allá de ser conocidos.
¿Qué habría sido de nosotros de haber permanecido aquí aquel verano? ¿Qué hubiera ocurrido si te hubieras arrepentido a tiempo? Eso nunca podremos saberlo... lo que sí puedo saber es que los recuerdos anteriores a tu partida no pudieron ser más bellos y los posteriores a tu bajada del avión fueron lo más parecido a una caída en una montaña rusa sin cinturón. ¿Qué fue de ti? Solo tengo pequeñas nociones de lo que es tu vida ahora. ¿Y qué es de mi? Yo y mi vida, mi vida y yo... no puedo ser más feliz. Así que qué decirte... ahora mismo te doy las gracias por haberte comportado tan mal conmigo, porque cuando una puerta se cierra siempre se abre en algún lado una ventana.
Mis felicitaciones Magda, tus textos tienen algo unico, un optimismo que transmites a quien te lee y me dejas con una sensacion calida, como queriendo volver a creer en la humanidad, te felicito.
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