Es tan fácil dejarse llevar por la melodía que reina en el corazón... y precisamente es así de fácil porque tú eres el director de la orquesta. Eres tú el que pone en marcha los platillos que vibran en mi estómago cuando siento tus manos y también el que hace golpear mi corazón cual tambor.
Las melodías cada día son distintas, pueden ser alegres si te beso, agitadas si te siento o melancólicas si te echo de menos, como ocurre hoy. No pasa un solo día sin que me haga esta pregunta: ¿soy yo tu ilusión? Me lo pregunto porque de un tiempo a esta parte tú te has transformado en la mía y no sé el porqué, pero cada vez te encuentro más lejano. La vida parece una continua carrera de atletismo... uno lleva la delantera y afloja, pero no se da cuenta de que va gente detrás deseando alcanzarle y que debe darse más prisa para ser el ganador. Me acomodé a la situación, veía tan claro tu sentimiento hacia mi que pensé que nada podría ocurrir si me relajaba durante un tiempo y aclaraba mis ideas. Y la verdad es que las he aclarado, no tengo ninguna duda acerca de lo que siento por ti. Te quiero. Así de corto, así de simple, ocho letras que lo dicen todo. Y parece mentira que una vez que encuentro todos mis sentimientos tan evidentes llegues tú y dejes de decirme todas aquellas cosas que parecían hacerme volar. Quiero ser la ganadora de esta carrera, no quiero que nadie me arrebate mi puesto... porque sé que el premio es mucho más grande y honorífico que una medalla o una cantidad de dinero. El premio es tu corazón, tu persona... un honor del que ahora mismo, por prepotente, me creo indigna. Aún así lucharé para conseguirte y ser la merecedora de ese puesto.
Hace unos días, cuando me refugié entre tus brazos, aprendí que cada vez siento más adicción a ti. Quiero que haya más carnavales a los que llegues tarde, me ponga nerviosa y vengas corriendo por miedo a que yo me vaya. Quiero que vuelvas a pedirme un beso y que me retires el pelo de los ojos para verme mejor. Quiero que intentes invitarme a una cocacola y me cojan a mi antes el billete. Quiero sentarme a tu lado y volver a tropezarme con tus pies. Quiero que me abraces en mitad de la plaza y me protejas del frío. Una vez más quiero que me beses y que de igual a quien tengamos al lado, que solo seamos tú y yo. Quiero que vuelvas a despedirte igual, que me des dos besos en la mejilla y te diga que te has equivocado de lugar. Quiero que volvamos a doblar la esquina y no podamos despegar nuestras miradas. Quiero que en vez de decir adiós, volvamos a sonreírnos con la promesa de vernos pronto.
He aprendido que aunque a veces nos sintamos lejos el uno del otro, cuando estamos juntos no hay nada ni nadie que nos pueda separar. Y sé que con el tiempo, aprenderemos a sentirnos juntos aun estando separados. Y continuar así... seguir echándote de menos como hoy y sentirte lejano, para que cuando llegue el día de volver a vernos te sienta más cerca que nunca y nos despidamos de nuevo con la promesa de seguir. Porque como ya dije al principio, tú eres el que marca mi melodía, el que pone en alerta mis sentidos, el director de mi propia orquesta, que no utiliza ni corcheas, ni blancas ni redondas, sino un lenguaje que solamente tú y yo somos capaces de entender.
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