Tocándote con estas manos

Hace diez años fue mi primera vez, mi padre me llevo de la mano hacia aquella oscura habitación, la luz se filtraba tenuemente por las negras cortinas, quiero retroceder, quiero huir, gritar, correr y llorar pero la firme mano de mi padre me lo impide. Me sujeta con fuerza y comienza a hablar con ese tono neutro, casi sin vida.

-movimiento suaves y lentos, no queremos dañarlo ¿verdad?- no me gusta esto…- comencé a llorar- no saldremos hasta que lo hagas bien, no quieres defraudar a la clientela que te espera ¿verdad?- no… pero me da miedo- se sentirá feo al principio pero luego lo olvidaras, mi padre también lo hizo conmigo- no me gusta…- concéntrate en lo que haces, tómalo despacio, acarícialo y acostúmbrate a su forma, a su textura- se siente feo- estaremos aquí toda la noche hasta que lo hagas bien-

No sé cuantas horas pasaron, mi padre, yo y ese hombre permanecimos casi hasta la madrugada. Odio admitirlo pero con la práctica y los años adquirí la técnica y mis habilidades para hacerlo mejoraron bastante, muy pronto todos en el pueblo solicitaron mis servicios.

Observe al hombre que yacía recostado en la cama y me acerque despacio.

-movimientos lentos, acarícialo, siente la textura- me repetía susurrando- tengo que hacerlo bien y dejar al cliente satisfecho-

Luego de unas horas salí de la habitación y mi padre entro para ver lo que había hecho, acarició mi cabeza despacio y me felicito, el trabajo había sido perfecto, el cliente se quedo satisfecho. A mis cortos dieciocho años, ya era una maravilla con las manos, eso me decían todos los clientes que teníamos a diario.

A los diecinueve años vino mi mayor prueba, esta vez la persona sobre la cama era mi padre, debía satisfacerlo por completo o de seguro se enojaría si dejaba un desastre.

-movimientos suaves, siéntelo, hazlo parte de ti, siente la textura, míralo y escoge lo que le hará feliz-

Puede sonar raro pero cuando lo hice con mi padre, casi de la misma manera que como lo hice con mis otros clientes, no sentí nada, solo un vacio pero nada más, me estaba volviendo un hombre frio, ya no me importaba a quien debía tocar, solo… hacia mi trabajo.

Veinte años han pasado y ahora le enseño a mi hijo, lo llevo a la habitación oscura donde la luz baña tenuemente la habitación , este lugar me trae recuerdos, mi padre me enseño aquí todo lo que debía hacer para replicarlo con mis clientes, fue algo doloroso, estaba asustado, temeroso, al igual que como lo está mi hijo. Tomó sus manos y comienzo a repetir las palabras que me enseño mi padre.

-movimientos lentos, siéntelo, hazlo parte de ti, tócalo con cuidado y siente su textura-

La primera vez que mi hijo lo hizo, lloro, no quería hacerlo pero tuve que forzarlo, con el tiempo me di cuenta que él no era feliz tocando a esos hombres y mujeres que venían hasta aquí. Entonces decidí liberarlo.

-¿estás enojado conmigo papá?- claro que no tesoro, tú tienes tus propios sueños, no tienes que seguir con el negocio familiar- gracias- ve a dormir-

Lo estuve meditando y me sentí mucho mejor, si mi hijo hubiera continuado con ese trabajo me odiaría, así como yo odio a mi padre. Por dios… me levante riendo.

-¡es un verdadero horror trabajar en una funeraria!, maquillando, vistiendo y tocando a esos infelices que se han ido… no sabes cuánto te odio padre por iniciarme en esta porquería-