¡Oh, santo vegetal de recio tronco y verdes hojas! ¡Oh, noble árbol de robustas ramas y con el fruto más sagrado! Pues un lápiz fue tu semilla, restos de goma de borrar, tu fertilizante, y con tippex de te regó hasta que te alzaste hacia los cielos en todo tu gran esplendor. Aquellos que te criaron hace tiempo que se fueron, engullidos por las arenas del tiempo y ni sus nombres se recuerdan ya. Pero su obra sigue viva. Viva y poderosa. El omnipotente árbol lapicero que hace crecer las cosechas antes de tiempo o esteriliza toda la tierra a su voluntad. Es por eso que es nuestro deber alimentarte, adorarte, venerarte, temerte. Y es por eso que tu profético fruto tan sólo será recogido por el sumo sacerdote, una vez purificado y libre de todo pecado. Para que mediante los lápices que broten de ti, las profecías de las eras venideras puedan ser escritas con total veracidad y acierto. Ahora y para siempre… Amén.
Sacramento de la colecta del arcano árbol lapicero.
Es el día, el sumo sacerdote lapicero ya camina hacia el altar, situado frente al gigantesco roble. Lleva la correspondiente túnica negra ceremonial, con sus mangas anchas y sus guantes. Sobre la anciana cabeza lleva el casco del sumo sacerdote, con dos lápices enormes tallados en forma de cruz sobre sus sienes, y la esmeralda lapicera en la frente. En su mano izquierda sostiene el santo cetro de escritura, con forma de lápiz de metro y medio y con un orbe naranja en la punta. El báculo con el que se harán caer los frutos del árbol.
Apostados a cada lado del sumo sacerdote, los novicios, con sus túnicas negras y de cinturones amarillos toman solemnes posiciones. Sus cascos ceremoniales son muy diferentes, de la cabeza les emerge la punta de un gran lápiz que ocupa todo el centro del casco; y son zafiros lapiceros los que relucen en sus frentes.
Los sacerdotes comienzan entonces los cantos guturales que precederán la ceremonia mientras los campesinos van acercándose desde el pueblo y tomando sitio alrededor del sagrado árbol, de rodillas. Luego silencio, que será solo interrumpido por el sumo sacerdote recitando el sacramento de la colecta, a lo que, tanto novicios como campesinos responden con un ¡AMÉN!, y estos últimos comienzan a postrarse mientras repiten, una y otra vez, el sacramento entre susurros.
Los novicios se ponen uno frente al otro y acotan la cabeza mientras el sacerdote se acerca más al imponente vegetal. Y, junto con un seguido recital de “Te lo suplico, oh árbol lapicero, regocíjanos con uno de tus sagrados frutos.”, comienza a zarandear las hojas más bajas con el báculo.
Al rato, una columna de viento cae en vertical sobre el árbol lapicero y un único lápiz, bañado en una intensa luz dorada, cae y es atrapado al vuelo por el sumo sacerdote, que se gira de nuevo ante sus súbditos y grita:
-¡Alabado sea el todopoderoso árbol lapicero! ¡Un fruto ha caído este milenio! ¡El fruto que ha de anunciar y prevenir las catástrofes de los próximos mil años!
Y después de recitar de nuevo el sacramento todos juntos, la congregación se retira; el sumo sacerdote delante, los dos novicios detrás suyo y la muchedumbre siguiendo a estos. Durante todo el año que viene, el sumo sacerdote escribirá día y noche en un pergamino con el fruto que ha dado el árbol, sin comer, beber ni dormir. Y cuando el pergamino esté terminado, morirá. Mas el pergamino sólo podrá ser leído exactamente diez años después de su muerte, y solo por el sumo sacerdote que ocupe su lugar como dirigente de la orden del árbol lapicero. Durante los próximos mil años, el árbol no dará ni un fruto más, pero todas las profecías escritas con dicho fruto se cumplirán sin excepción.
Hay gente que cree que, de entre los miles de dioses anclados que existen en las miles de dimensiones de este multiverso, el árbol lapicero es el más débil de todos. Pero, también cabe decir que, dentro de esta dimensión, por ser el único dios existente, el árbol lapicero es el más poderoso ser jamás conocido, amo y señor de toda la naturaleza.
Y tú… ¿que haces aquí leyendo, maldito holgazán? Largo de mi vista y ponte a trabajar, pero sobre todo, venera al árbol lapicero.
Realmente se me fue la olla con este relato. Cuesta creer como demonios esto pudo haber nacido de una broma inocente con un amigo por la calle XDXDXD
ResponderEliminarJajajaja, esta genial, me rei mucho y juro que miro con mas respeto a mi lapiz ahora, Mis felicitaciones Black me encanto.
ResponderEliminarPor cierto, sigo soñando con tentaculos, besotes.
Jaja. Blacknordok no sabía que tomaras psicotrópicos. Lisérgico tu relato, si me lo permites. Aunque hay religiones por ahí que son más "ida de olla" La realidad supera a la ficción. La tuya deja el listón muy alto, eso si.
ResponderEliminarNO ERAN PSICOTRÓPICOS!!!
Eliminarsolo eran unos caramelos que me encontré por la calle que tenían una cara happy dibujada... eso no es malo...¿verdad?
XDXDXD Y no se te olvide venerar al arbol
vaya relato has escrito, muy diferente a lo que acostumbras escribir y publicar pero eso no quita lo excelente, me recordó al relato del "clerigo malvado" pero sin lo sobrenatural y todo eso. estupendo, y si de bromas surge tal inspiracion hay que venerar el dia de los inocentes.
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