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sábado, 29 de octubre de 2011

Nunca te fies de un Duende


Gnomo_atrapado.jpg (245×377)
Antes que nada, quiero dejar claro que no estoy escribiendo esto para divertiros, éste relato no es ningún entretenimiento, es una advertencia. Pues no hay criatura más astuta, poderosa y terrible que los duendes. Su poder va infinitamente más allá de todo lo imaginado o escrito en la historia. Todo esto, combinado con su excelente y ladina lengua, lo convierten en un ser realmente espantoso.
Ésta es mi historia, mi triste historia. Sólo espero que os sirva para aprender la lección que yo no llegué a aprender.
A mis treinta y ocho años, yo aún no había aprendido que uno no debe meterse dónde no le llaman, y mi profesión de periodista de investigación no es que me ayudase mucho a aprender. Era como la tercera vez que me veía corriendo por mi vida ante unos matones de poca monta. ¡Hay que ver lo rápido que se ofende ésta gente con las preguntas indiscretas! Normalmente lograba llegar a tiempo a algún lugar concurrido y perderme entre la gente. Pero aquella vez cometí el error de adentrarme en las profundidades más recónditas del parque Green Hollow, investigando una zona junto al río dónde se supone que se practicaba el tráfico de estupefacientes. Y no me equivoqué.
Pasé entre los árboles, buscando un matorral, una gran roca, o algo dónde esconderme.
-¡Date por muerto hijo de puta!- Los traficantes ya desplegaban unas navajas de inmensa y reluciente hoja. Al verlo, aceleré el paso. Corrí tanto como pude hasta que casi me estallaron los pulmones. De repente, vi como del suelo emergía ante mí una gran raíz. Mi idea era saltarla, pero, inexplicablemente, en cuanto lo decidí mi pierna ya había tropezado con ella y…
-Hi, hihihihi.
La macabra carcajada pareció resonar con eco en mi mente, pero la voz no era de mis perseguidores, no; demasiado aguda, demasiado maliciosa, era como… No sabría decir como era.
Caí de bruces al suelo y me volteé a tiempo para ver cómo ésos asesinos alzaban sus armas entre un mar de risas, dispuestos a apuñalarme hasta la muerte. Cerré los ojos, esperando lo peor. Luego escuché el silbido de la cuchilla y luego… Nada. Abrí primeo un ojo, luego el otro, retrocedí de un bote al ver la brillante punta de una navaja a pocos centímetros de mí. Pero no se movía, y ellos tampoco; incluso las hojas de los árboles estaban completamente inmóviles. No entendía nada.
-Vaya, parece que te has metido en un buen lío ¿eh?  Hihi
Un extraño hombrecillo apareció entonces, saltando y haciendo toda clase de estrambóticas acrobacias en las ramas de los árboles, a la vez que reía con la misma vocecilla que había escuchado antes. Siguió brincando hasta que aterrizó justo frente  a mí, con una sonrisa de espeluznante felicidad. Media poco menos de un metro y estaba asquerosamente flaco, consumido, vestía unos harapos  sucios, llenos de remiendos y coseduras. No tenía un cabello propiamente dicho, tan sólo una larga maraña de pelos blancos y grasientos, esparcidos por su pálido cráneo, y que le caía por sobre la cara. Y tenía dos largas orejas puntiagudas, que de vez en cuando movía de arriba abajo. Y ésos ojos… Esos ojos que brillaban, no, que ardían como dos soles, y que me miraban fija y penetrantemente. Uno de los soles era de un rojo tan intenso como la sangre, mientras que el otro era de un azul gélido como una estrella recién nacida. Pero lo que más me sorprendió fue que, cada vez que parpadeaba (aunque a veces también ocurría sin parpadear), éstos intercambiaban sus colores, el ojo azul se tornaba rojo y viceversa.
-Tal vez pueda ayudarte. ¿Tú qué crees?- Me señaló con uno de sus largos brazos que rozaban el suelo, y que terminaban en unas uñas enormes y retorcidas.
-E-e-e-e-esto… ¿Pero quién? No ¿Qué eres tú?- Los ojos del duende cambiaros el color mientras éste comenzó a reír a carcajadas, mostrando sus dientes sucios y puntiagudos.
-¿Acaso importa? Estoy aquí, y puedo sacarte de ésta. Con esto tienes más que suficiente.
-Pero ¿cómo?
-Ah,ah,ah- El monstruillo movió su largo dedo índice en señal de negación. –Aún no hemos discutido el detalle del precio.
-¿P-p-p-precio?
-¡Pues claaaaaaaro!- Dio un salto con voltereta y se puso detrás de mí –No se puede recibir sin dar nada a cambio. Eso sería robo. 
-Pero yo no tengo nada.- Sus ojos volvieron a cambiar de color.
-¿Estás seguro? Mira en tu bolsillo.- Metí la mano en el bolsillo de mi chaqueta y extraje una moneda. Era una moneda de oro azteca, la conseguí tiempo atrás en un reportaje de culturas sudamericanas. La llevaba siempre encima, era como mi amuleto.
-¿Esto?- Él fingió pensárselo.
-Sí, podría valer, por ahora. Pero la próxima vez quizá pida algo un poco más valioso.
-Francamente, espero que no haya próxima vez.
-Oh, la habrá, la habrá. Bueno.- Me tendió la mano, ofreciéndome una de sus afiladas sonrisas- ¿Hacemos el trato?- Le dí la mano. Al instante sus garras se clavaron en ella, su sonrisa se tornó diabólica y sus ojos comenzaron a cambiar de color tan deprisa que ambos parecieron volverse de un color púrpura brillante, y más ardiente que nunca. Todo a mi alrededor se oscureció, noté un fuerte mareo y entonces, una intensa luz blanca emanó de mi apresada mano, ésta me inundó por completo y me desmayé.
Desperté en mi cama a la mañana siguiente con la sensación de haber recibido un martillazo en la cabeza Pensé que tal vez todo había sido un sueño, hasta que hurgué en mi bolsillo en busca de mi preciada moneda y… no estaba. Me dirigí a la cocina para desayunar, tenía muchísima hambre. Encendí el televisor mientras tanto; robos, atentados, violencia de género; la misma mierda de todos los días, pero entonces dieron algo que me heló la sangre: Anoche, en el parque Green Hollow habían sido encontrados los cuerpos descuartizados de tres de los matones que me persiguieron. Sus miembros habían sido arrancados y esparcidos por la zona, ya sólo eran tres bultos de carne muertos. Uno de ellos logró sobrevivir, aunque muy malherido, aunque la policía pensó que estaba trastornado, ya que en el interrogatorio afirmó lo siguiente:
<<Era un  monstruo, un enano con garras enormes. Se nos echó encima. ¡Los mató! ¡Y luego trató de matarme a mí! Ése sitio está maldito, tío. ¡Maldiiiiiito!>>

Apagué la tele al instante, aterrorizado, entonces, una voz conocida resonó en mi mente.
-¿Satisfecho? Pues si alguna vez me vuelves a necesitar y puedes pagar, ya sabes, sólo llámame y acudiré.
Primero sentí miedo, pero luego sonreí: Se lo tenían merecido. Además no eran más que una panda de yonquis desgraciados, y a partir de ahora ya no tendría nadie ni nada a qué temer.
Los meses siguientes fueron una delicia. No le tenía miedo a nadie, mejoré muchísimo en el trabajo, podía preguntar lo que se me antojara y a quien quisiera. Y si trataban algo conmigo, el duende acudía, le daba alguna joya (casi siempre llevaba algo encima por si las moscas) y despertaba al día siguiente con un excelente reportaje y un despojo humano menos en éste mundo. A veces bastaba con oro, otras pedía alguna joya, en realidad nunca le cuestioné sus precios. Pero fui tan estúpido que nunca pensé que sería de mí si un día mi pago no era suficiente.
Un día, después de despertar en mi cama por otro trato con ése canalla, salí a pasear, no cogí nada, pues no iba a trabajar. Luego de un rato, noté que había alguien siguiéndome. No le di mayor importancia hasta que aquél hombre me agarró por la nuca y me arrastró hasta un callejón donde me estampó contra un muro lleno de furia.
-¡Fuiste tú!
-¿Quién coño eres? ¡Suéltame!- El extraño me partió el labio de un puñetazo.
-Eres el marica del otro día. ¡Tú llamaste al monstruo! ¡¡¡Tú mataste a mis amigos!!!
Entonces lo comprendí. Era el superviviente de las primeras víctimas del duende, no, de MIS primeras víctimas. Y ahora tenía de nuevo su navaja en mi cuello.
-Ya no me importa lo que me pase. ¡Te mataré asesino de mierda!
No sabía qué hacer, no tenía con qué pagar al duende, pero si de todos modos iba a morir…
-¡Ayúdame, por favor!- Nada sucedió. –Por favor ayúdame. ¡Te pagaré, lo juro!- El matón me estrechó aún más la hoja en mi garganta.
-O te callas o tu muerte será más dolorosa.
-¡Duende! ¡¡¡Ven, te lo suplico!!!
 -¡Se acabó, date por muerto! – Se apartó y se dispuso a apuñalarme cuando…
-Hihihihihihi
De nuevo el tiempo se congeló a mi alrededor. En la boca del callejón apareció el duende; se acercó caminando lentamente, es lugar de sus acrobacias habituales; y su sonrisa era aún más malévola de lo común. Pero lo que más me espantó fue su ceño fruncido, nunca lo había visto así.
-Vaya, vaya, me parece que alguien se está pasando de listo. ¿No, Jeff?
-N-n-n-n-no comprendo.
-El día que nos conocimos te lo dejé muy claro. No se puede recibir sin dar nada a cambio. ¿Quién te crees que eres? Teniendo el descaro de venir a mí sin nada con qué pagarme.
-¡Pero va a matarme!
-Ya, ya. Me trae sin cuidado tu vida privada. ¿Y mi pago?
Me arrodillé, quedando así a su altura. Tenía los ojos amarados de lágrimas, pero el monstruillo no parecía sentir compasión, parecía incluso que le divertía mi sufrimiento.
-Te lo juro, te pagaré. En cuanto llegue a casa yo…
-Lo siento amiguete, pero yo cobro al contado. Si vas a estar lamentándote más, me largo.
La presión pudo conmigo, me tumbé al suelo y lo agarré de sus harapientos pantalones.
-¡Te lo ruego! Vendería mi alma por salir de ésta, te juro que te pagaré en cuento pueda.
Entonces sus ojos cambiaron de color dos o tres veces mientras ponía su más diabólica sonrisa. Fingió pensárselo un rato.
-Sí… creo que hay algo que podemos hacer…
-¡Oh, gracias! Muchísimas gracias. En cuanto tenga las joyas…
-No, no, no. Me vas a pagar ahora.
-¿Qué? Pero si yo no…
-Siempre has tenido algo que, ciertamente vale muchísimo más que todos los tesoros del mundo.
-¿Cómo? ¿El qué?
-Ah, ah. No es así como funciona. Yo nunca te he dicho mis precios, siempre los has adivinado tú. Pero si no sabes que es, no te queda otra que confiar en mí. ¿Qué me dices?- Me tendió la mano, como siempre, con su horrenda sonrisa -¿Hacemos el trato?
Mi vida desde entonces es un infierno. Ahora preferiría mil veces más haber muerto en aquél callejón.
Al despertar aquella vez, nada me resultó distinto, todas las joyas seguían en su sitio y no echaba nada en falta. Lo raro comenzó al salir a la calle. No sé como es posible, pero el caso es que ahora la gente actúa como si yo no existiera; me golpean con el hombro, me ignoran por completo, cosas así. Y cuando trato de llamarles la atención o gritarles, sí que se dan la vuelta, pero, simplemente, no pueden verme. Eso si, lo mas espantoso ocurrió cuando un día decidí ir al cementerio, buscando consuelo junto a la tumba de mi difunta madre, y junto a ésta, hallé otra tumba que contenía mi foto y la siguiente inscripción:

Jefferson Adams Wingates
1973 – 2011
Periodista ejemplar.
Fue encontrado sin vida junto
al cuerpo mutilado de Robert Garrys.
Misteriosamente, no presentaba herida alguna
a pesar de que su supuesto atacante llevaba una arma blanca.

Entonces la escuché, profunda y resonante, una voz que ya conocía muy bien:
-Te lo dije, un alma humana vale muchísimo más que todas las joyas y tesoros del mundo. Mas eso es algo que los míos no tenemos derecho a pedir a los mortales… Pero… tú mismo me la ofreciste, yo sólo acepté tu oferta. Pero bueno, al menos he cumplido mi parte del trato eliminando al tipejo ése. Bien, espero que disfrutes del resto de tu eterna y miserable vida, pequeña alma en pena. Hi, hihihihi.
 Autor: Blacknordok.

5 comentarios:

  1. simplemente genial, me encanto de principio a fin...que miedo esas cosas T.T ojala solo sea ficción, estupendo, que bueno volver a leerte, nos leemos :)Excelente escrito.

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  2. Impresionante Blacknordok, te felicito me encanto tu escrito, y ciertamente ahora tendre cuidado con los duendes.
    Un besote, gracias por compartir tu trabajo,esta genial.

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  3. sin palabras... qué descripción, qué historia... y sobre todo qué final. Alucinante!

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  4. ¡Excelente! Qué bien leer cosas así, felicitaciones por ello.

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  5. holaa
    FELICIDADES dejame decirte escribes genial sigue asi
    saludes

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