Yo tengo un abuelito,
alto y fuerte hombrecito,
bien vestido, barba blanca:
cuando al miedo me precipito,
mis temores él achanca.
Sus proezas yo he visto;
sus hazañas,
desdichas artimañas.
¡Qué alabo yo a Cristo
teniendo a mi abuelito!
A su espalda una y más vidas,
recuerdos de gentes vivas,
sueños hechos, por hacer,
acabados de nacer...
Mi abuelo tiene una granja
escondida en la montaña,
y a través de verdes prados,
ríos, bosques y poblados,
un camino:
sólo uno y un destino.
De lejos, yo le saludo:
él me corresponde mudo,
en el viento, sus palabras:
"Ven conmigo, nieto mío,
cabalguemos a caballo
río arriba río abajo;
mas no lo hagas inseguro,
si tú caes, yo me caigo
de este noble y fiel greñudo.
Ven conmigo, nieto mío,
a través del viento brío,
a vivir nuestra aventura:
las senda marcada está
y nuestro voraz destino
no permite hoy fisura
si de todo eres capaz."
¿Soy capaz?, yo me pregunto,
sin desvencijar asunto.
Habrá, pues, que averiguarlo,
y sin tiempo a meditarlo
yo me monto a mi greñudo:
animal bello y menudo.
Y antes del amanecer
a lomos del leal caballo
a cien kilómetros me hallo
de la granja de mi abuelo,
siendo el remedio el consuelo
algo empieza a florecer.
¿Qué es eso que se ve
más allá del horizonte,
de esos extensos montes,
donde emerge azul del gris,
y de este un nuevo verde,
verde al árbol, verde a la fe
dando color al país?
Si es magia, quizá
mi abuelito, algún día,
me lo contará.
Ya sabes que me encanta este poema, y está lleno de emoción y sentimiento como me gustan a mí, un abrazo máquina.
ResponderEliminarEste lo recordaba bien, me encanta, te felicito por tu trabajo, un besote.
ResponderEliminarTrysha
estupendo, yo también lo recuerdo, sin duda un excelente poema, felicidades.
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