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domingo, 30 de octubre de 2011

La noche

Una vez más, yo solo con una página en blanco que llenar.
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Sábado noche, apoyado en una pared cercana a una discoteca, chaqueta negra, pantalones y zapatos negros, un gorro tapa mi rostro al igual que mis gafas oscuras tapan mis ojos. Observo la multitud que entra y sale del local, el sonido de la música llega a mis oídos como una estampida, el ruido de las motos que pasan por una calle cercana no puede enmudecer el sonido de la música. Me decido a entrar, cruzo la calle, pago al portero y entro sin más problemas. La música aquí es mucho más intensa, el alcohol se ha hecho dueño de los vasos de la gente, la droga recorre sin pausa entre las manos de la gente, para acabar en la sangre del mejor postor, el humo distorsiona el ambiente mientras coloridos rayos de luz cortan la oscuridad del ambiente reproduciendo un baile entre la luz, el color y la música. Y yo sigo aquí, en la barra de una discoteca, buscándola, esperando a que entre por la puerta, a que me vuelva a dedicar una de sus miradas o sus sonrisas. Pero esta noche es diferente, esta noche se que vas a venir, lo siente cada célula de mi piel. Te veo entrar, con el pelo brillante, como el citrino mejor pulido. No te percatas de mi presencia, me acerco por detrás, te observo desde lo lejos, tu vestido negro hace resaltar tu bella figura, tu caminar firme y decidido, con un simple movimiento de cadera conquistas el corazón de todo aquel que quieres, con un simple movimiento de tu delicada muñeca consigues acelerar cada corazón de este oscuro local, y el mío con ellos. La noche avanza a golpe de música y baile, yo solo puedo mirarte, en esta discoteca perdida en las calles de la noche, tu iluminas todo lo que tocas, dándole el más puro de los brillos, y yo aquí esperando reunir el valor que con tanto esfuerzo he ido recogiendo del suelo manchado de alcohol, para decirte lo que llevo tanto tiempo queriéndote decir. Pero tú sigues conquistando corazones con una simple sonrisa, una mirada, o un simple suspiro. Se acabó, pienso decírtelo, hoy es ese día, el día que he soñado despierto y he visto dormido, el día que se hizo noche solo para verte brillar en la oscuridad. Me bebo el último trago del refrescante alcohol que reposa en mi copa, me acerco a ti, lento y torpe entre las personas, poco a poco me acerco, poco a poco mis pies me fallan, quieren volver por donde han venido, el sudor es latente en mis manos, el corazón rebosa de potencial, impidiéndome respirar con facilidad, el sonido de cada uno de mis latidos enmascara el sonido de los altavoces del local. Solo estoy a dos pasos de donde estás tú, a dos pasos de la verdad que he estado buscando desde hace tanto, dos pasos de decir lo que necesito expresar. Por mi mente solo pasa la idea de dejarte en paz y salir corriendo, correr lejos de aquí, donde tu presencia no se cruce con conciencia, donde el sol nunca queme mis ideas, donde el frío congele mi dolor, pero no, esta vez no, demasiadas veces he huido de ti. Me acerco y extiendo mi brazo derecho hacia ti, mis yemas rozan tu hombro, produciéndome esa electrizante sensación que no sentía desde hace demasiado tiempo, te giras, tu bello cabello vuela como una breve brisa de aire fresco en un caluroso verano, otra vez ver tus ojos preciosos, otra vez ver tu boca dulce, otra vez el rostro que marco mi olvido, otra vez ver esas mejillas vírgenes, otra vez se me para el corazón, otra vez mi mente en blanco , otra vez ese nudo en mi estómago, otra vez tú. La respiración entrecortada de antaño, ahora yace muerta en mi pecho, el sudor de mis manos se hiela petrificando la electrizante sensación de roce contigo. Intento pronunciar su nombre, pero ya no soy dueño de mi cuerpo, porque ya me ha mirado, ya ha entrelazado sus ojos con los míos, ya no puedo escapar, ahora ya no. Te aproximas a mí, demasiado para mi pobre corazón, solo intenta salirse del pecho, huir de su cárcel de costillas, con tu angelical me susurras al oído: << Hace ya un tiempo me perdiste, ya no tengo nada de qué hablar contigo>>. “Pero Esperanza” conseguí pronunciar con mucha dificultad, pero solo obtuve un adiós, frío y penetrante que consiguió grabarse a fuego en mi corazón, congelándolo ipso facto, ya no veo luces en mis ojos, ya no escucho la música en mis oídos, yo no siento el calor de mi cuerpo en mis manos, solo siento frío y vacío, yo aquí de rodillas quieto en un local, un local perdido en un calle, una calle perdida en la noche, una noche perdida en la historia, una historia que ya no quiere ser contada.

2 comentarios:

  1. UFF Sergio, ¡qué bueno! Qué triste e intensa historia entre esas líneas, tan bien contada, da qué pensar, de verdad, buenísimo.

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  2. Que intenso y que desgarrador relato, esta tan lleno de sentimiento que por instantes como lectora solo quiero un final feliz... y ese final... mis felicitaciones, un maravilloso relato.
    Un besote.

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